DE LOS COMBATIENTES EPEPISTAS A LA COMANDANTE CAMARADA CARMEN VILLALBA.
Estas letras dedicada a nuestra invencible camarada empiezan con el poema de Henley:INVENCIBLE. Más allá de la noche que me cubre, negra como el abismo insondable, agradezco a los dioses sí existen, por mi alma inconquistable. En las azarosas garras de las circunstancias, nunca me he lamentado ni le pestañeado. Sometidos a los golpes del destino, mi cabeza está ensangrentada, pero erguida. Más allá de este lugar de cólera y lágrimas, donde yace el horror de la sombra, la amenaza de los años, me encuentra, y me encontrará, sin miedo. No importa cuán estrecho sea el portal, cuán cargado de castigo la sentencia, Soy el amo de mi destino: Soy el capitán de mi alma. En su lucha contra la segregación racial en Sudáfrica, Nelson Mandela, aislado,sufría en su piel negra el odio y la opresión de los blancos. En su mente, como sostén de su alma invencible, se sucedían las palabras del poema invictus. En esta titánica lucha en contra de la segregación social en Paraguay, la orgullosa combatiente epepista Carmen Villalba sufre en su carne la ira de los opresores y explotadores. Pero su espíritu es invencible, su cabeza está ensangrentada por los golpes del cobarde enemigo que se ensaña con una amorosa madre indefensa, pero está erguida. ¿Qué honra más al espíritu, sufrir las consecuencias de la injusta fortuna o coger las armas contra la adversidad, combatirla y aniquilarla?, se preguntaba William Shakespeare. Cuando cargada de castigos está la sentencia, el espíritu de Carmen y de todos los y las epepistas combate tomando las armas para aniquilar los obstáculos. No importa cuán gruesos y tupidos sean los barrotes, no pueden, no han podido nunca aprisionar las ideas justas. En Paraguay, el poder popular es necesario, urgente e inevitable.
Quienes luchan por acabar con el apartheid social, aquí, y en cualquier parte del mundo son invencibles. A Carmen, y a todos los prisioneros epepistas, la amenaza de los años de prisión encuentra y encontrará, sin miedo. ¡Hasta la victoria siempre!. Un fervoroso abrazo revolucionario a nuestra camarada, cuyas palabras, que solo dicen verdades, los cobardes enemigos buscan acallar con bárbaro, cruel, injusto aislamiento.