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miércoles, 24 de septiembre de 2008
DIARIOS DE GUERRA DE LA BATALLA DE STRONGEST
COMPILADO POR ARTURO RAHI
Mayor Joel Estigarribia,
Teniente 2º Pedro Báez Acosta y
Cabo 1º Juan Ricardo Pedrozo Silvero
INTRODUCCIÓN
En el año 2005 escribimos una pequeña biografía del héroe de Strongest que fuera publicada en dos ediciones por el Partido Revolucionario Febrerista. En dicho escrito repasamos los puntos más resaltantes de la corta vida de quien fuera comandante de un batallón del Regimiento Mariscal López y que realizara una de las acciones más gloriosas de la Guerra del Chaco, y que fuera bárbaramente asesinado en Diciembre de 1937 por órdenes de los militares fascistas sirvientes y sostenedores del régimen liberal de Félix Paiva, por el solo hecho de seguir a la ideología social que se intentó implementar durante el gobierno progresista del Coronel Rafael Franco.
Sin embargo ahora y por primera vez hemos tenido la oportunidad de leer su diario de guerra que contiene detalles interesantes y reveladores de la acción de Strongest y que creeemos conveniente dar a conocer. Por esa razón lo publicamos en toda su extensión.
De este diario no se desprende una sola palabra que incrimine al principal culpable de esa derrota, posiblemente porque el Mayor Joel Estigarribia no quiso mezclar los detalles de la acción guerrera con el comportamiento personal de quien llevó a la unidad al descalabro que bien conocemos. En diferentes ocasiones ya hemos comentado la miserable actuación del Teniente Coronel Rosa Vera.
Vale sí la pena recordar la última parte del diario de Joel Estigarribia en lo referente al comportamiento, por lo menos verbal, de los jefes bolivianos al final de la batalla.
Así por ejemplo lo menciona al Teniente Coronel Rivas Comandante del sector quien trató a los prisioneros con respeto e inclusive felicita a Joel Estigarribia por su valor e hidalguía.
No ocurre lo mismo con el coronel Barros, Jefe de la División de Reserva, quien luego de maltratarlos verbalmente ordena al Mayor Lezcano la conducción de los mismos a retaguardia en estos términos, “lleve a estos indios”.
Cae simpático el trato de indios, ya que el personaje en cuestión olvida que trata con gente tan blanca como él y que por el contrario su propio ejército está conformado con un 98 por ciento de indios verdaderos que no hablaban una sola palabra en castellano. Y esto lo podemos constatar en muchos libros de actores bolivianos, que mencionan que los oficiales no podían dar órdenes a sus soldados porque éstos no los entendían. Sólo conocían el aymará o el quechua que eran sus idiomas de origen.
Demás está decir que nos causa repugnancia hablar de “indios” pera referirnos a los naturales de nuestro continente, por lo menos los paraguayos no hacemos discriminación alguna con los de nuestro país.
Pero dejemos las cosas así, y sigamos con lo nuestro.
Para completar este escrito, sí vamos a recordar la opinión de alguno de los oficiales que actuó en el sector y que sufrió las consecuencias de la incapacidad de Rosa Vera, que encontramos en el libro del Coronel Heriberto Florentín.
El Capitán Dionisio Balbuena declaró al ser preguntado “si quienes son los culpables principales y quienes los copartícipes de la pérdida de hombres y de materiales sufridos por la D.2, dijo “que el culpable de que la D.2 haya llegado a la situación crítica en que llegó sin necesidad desde el 18 hasta el 21 de mayo, el declarante no sabe individualizar, pero el culpable de la desorganización durante la retirada de la D.2 es el Teniente Coronel José Rosa Vera.
El capitán Dionisio González Torres dijo que “cuando ya se oía el combate del Sauce hacia atrás y no se desviaba de rumbo como se había indicado, y el comandante Vera continuaba repitiendo sobre su apresuraba marcha la palabra “yaháque” (vamos), se produjo una animadversión y protesta contra aquel a quien oficiales y tropas sindicaban como incapaz y cobarde”.
El Teniente 1º Victoriano Bueno recordó que “era murmuración general que el coronel Ortiz y el Teniente Coronel Vera no se hablaban, existiendo entre ellos cierto distanciamiento, pues si se hubiesen puesto de acuerdo, la D.2 podría haber retirado todos sus elementos y personal por el mismo camino que siguió la D. 7 para su retirada, haciendo pocos metros de picada para retirar los camiones”.
El Teniente 1º Dr. Teófilo Alonso dijo que “el Mayor Britos se ha manifestado con una serenidad que en él es habitual, hecho que prueba por las órdenes oportunas y adecuadas para la retirada en los primeros momentos, pues posteriormente era obstaculizado por la intervención cada vez más premiosa del propio comandante Vera que no lo dejaba en libertad de acción”.
El Teniente Abel García Meza que era el portador de la brújula y fijaba la ruta a seguir dijo que “allí donde se presentó al comandante Vera, que venía marchando detrás del pelotón del declarante, tomando a su cargo el rumbo a seguir, diciendo que se apresurara la marcha porque el R.1, R. 10 Y C. 9 tenían que encolumnarse detrás del R.3 demostrando una gran nerviosidad.
Después de un kilómetro más o menos ordenó que se marchara al trote porque el enemigo venía persiguiendo a la columna. A un kilómetro más o menos de marcha se perdió la orientación. El oficial de ruta que era el Teniente Duarte del III Batallón no hacía sino seguir los rumbos que le daba el Comandante Vera y después de una vuelta que hizo en forma de ocho el Teniente advirtió al comandante que el rumbo que él quería seguir era equivocado, produciendose una riña en la discusión. El mayor Britos después manifestó que se siguiera el rumbo sur, tomando desde ese instante el declarante la punta de la columna acosado por el comandante Vera que no cesaba de ordenarle para que apresurara más y más la marcha”.
El capitán Alejandro Sienra dijo que el capitán Balbuena preguntó al comandante Vera “si había ordenado al “Sauce” y al “capitán Bado” seguir al “2 de mayo”; a lo que Vera le respondió que se había olvidado.
Por su parte el capitán Dionisio Balbuena dijo que “desde este momento el Comandante Vera y su Estado Mayor marchó con la compañía de punta. A los 1.500 metros de seguir rumbo Norte ordenó cambiar la dirección hacia el Oeste, por donde se marchó unos 800 metros más o menos haciéndose alto, a causa de que el Teniente Duarte, según tiene entendido, se negó a continuar en esa dirección, porque se volvía a la base de partida. En este lugar se entabló una discusión entre el Teniente Duarte, el comandante Vera y el declarante, que se adelantó hasta la punta al notar que la columna se detenía. “En este lugar, cuando el declarante ordenaba al Teniente Duarte la forma de distribuir a sus hombres, para vencer la pequeña resistencia enemiga, se presentó el Comandante Vera ordenando directamente a la tropa que se desplegara en línea para atacar al enemigo que aún no se había manifestado por su fuego, produciendo confusión entre la tropa, lo que obligó al declarante a dar una contraorden en el sentido de que continuara el encolumnamiento y se empleara a la tropa en forma metódica y de acuerdo a las necesidades y pidió al comandante Vera que le dejara en libertad de acción en la distribución y conducción de su tropa”.
“El comandante Vera llamó al declarante por teléfono desde el Cuerpo preguntando por el R.2. de Mayo, contestando que le extrañaba esa pregunta puesto que el había manifestado al declarante esa pregunta puesto que él había manifestado al declarante esa misma mañana que el Capitán Pampliega con su unidad se hallaba durmiendo en un cañadón cercano al vivac del R.3. A lo que respondió el Comandante Vera que esa manifestación la había hecho por informe que le diera el Mayor Britos. Agregó al declarante que ningún informe del R.1 ni de las otras unidades de la D. ni de los mismos al R.C.3 pudo haber tenido el comandante Vera ni su E.M. que se mantuvieron durante la marcha detrás de la Compañía de punta”.
Muchas otras declaraciones fueron hechas incriminando al Teniente Coronel Rosa Vera y que lo hacen directamente reponsable del contraste de Strongest. El Teniente Coronel Heriberto Florentín se ha encargado de recapitularlas y publicarlas en su momento.
Pero ya que estamos comentando la batalla de Strongest, debemos mencionar a algún otro jefe que defeccionó cuando debió afrontar la situación de peligro que se le presentaba.
Por ejemplo el capitán Casimiro Flores, comandante del C.9 “Capitán Bado”, regimiento este que con el “Sauce” fueron abandonados por el comandante de la D.2 Teniente Coronel Rosa Vera, es recorado por sus oficiales y en especial por el Mayor César López Viveros, quien dijo:
“El capitán Casimiro Flores, ex comandante del C.9 “Capitán Bado” con sus reiterados desaciertos apresuró la descomposición y anarquía dentro de la unidad a su cargo. Uno de sus oficiales, el Teniente Galo Achar hizo la siguiente acusación escrita contra el mencionado mando:
1) Preparar el espíritu de la tropa para entregarse al enemigo sin agotar los recursos de la defensa.
2) Permitir la disgregación del cuadro de oficiales para facilitar la salida individual del cerco.
3) Criticar públicamente al Señor Comandante en Jefe del Ejército en Campaña (general Estigarribia) delante de sus propios subalternos.
4) Desaprovechar la ocasión de salir del cerco en varias oportunidades en que se encontraban en la orilla de los caminos de circunvalación.
5) En cierto momento crítico, en vez de dedicarse a su tropa y procurar liberarla del cerco, se dedicaba a pulsar la guitarra descuidando otros problemas más importantes.
Relacionado al Capitán Flores, recuerdo cuando el Teniente Carlos Cáceres, que también fue un prisionero en Strongest y purgó tres años de prisión en Bolivia, recordaba que el Comandante del “Capitán Bado” había dicho, sentado sobre un tronco, que esperaba la llegada del enemigo para entregarse porque como católico no podía permitir la muerte de más gente.
Olvidaba el capitán Flores que él era un militar profesional y que como tal debía conocer muy bien el destino que había elegido. Un militar, en una guerra que no combatía y debía matar o morir en la batalla sin entrar a considerar el aspecto religioso. Por lo visto el temor a la muerte le hizo pensar de otra manera y se comportó de una manera canallesca.
De cualquier manera, al final prevaleció el amiguismo y el padrinazgo. Todos los culpables con mayúsculas, de tanto sufrimiento y dolor por el desastre de Strongest, llámense Secundino Núñez, José Rosa Vera, Casimiro Flores, fueron absueltos. Así era la justicia y así sigue siendo.
Ahora y para cerrar el capítulo Strongest. ¿Porqué Rosa Vera fue nombrado Comandante de la D.2? Es bien conocido que el General Estigarribia conocía sus malos antecedentes y no lo quería porque no confiaba en él. Fueron sus protegidos Nuñez y Morínigo, especialmente éste último, quien presionó al Comandante en Jefe para esta designación indeseada. Finalmente Estigarribia lo aceptó pero con la aclaración de que “cualquier problema que surja será responsabilidad de ustedes”. En realidad estos nunca fueron imputados ni responsabilizados y Morínigo especialmente siguió pavoneando a la sombra de Estigarribia y hasta llegó a la presidencia de la república.
El hecho que comentamos fue un gran error de Estigarribia, que muy pocos lo recuerdan.
II- PEDRO BAEZ ACOSTA
Al Teniente Pedro Baez Acosta lo conocimos allá por 1985. Vestía modestamente y vivía en el Barrio Hospital. Entonces nos enteramos que recién había vuelto al país luego de vivir durante largos años en la Argentina, exiliado por la dictadura colorada por su militancia febrerista.
Su diario de guerra estaba junto al de Joel Estigarribia y también nos era desconocido, cuando publicamos la biografía del héroe de Strongest.
En su diario al Teniente Baez Acosta hace un relato de su participación en la batalla, a cargo primero de una patrulla del Regimiento “Mariscal López” y luego hasta el final junto al batallón de Joel en el Reducto Cabral, donde se consumó la resistencia final con las acciones que largamente mencionamos, hasta que por la falta de comida y municiones tuvieron que rendir sus armas.
Báez Acosta al igual que Joel no menciona una sola palabra sobre la actuación en el campo de batalla del comandante Rosa Vera. Posiblemente esto formaba parte de su preparación militar y del procedimiento que debían seguir.
De cualquier manera, esta publicación es una buena manera de recordar a quienes lo dieron todo por la patria en un momento de real peligro. Por eso debe ser recordado y mencionado como se merece por más pequeña que pueda ser su participación literaria en el caso.
El Teniente Pedro Báez Acosta falleció en Asunción muy pronto luego de su regreso del exilio. Era un hombre joven aún pero evidentemente los sufrimientos, consecuencia de la guerra, de la prisión en Bolivia y del exilio, desgastaron su organismo y se fu silenciosamente a la tumba, tal como había vivido.
Nosotros honramos la memoria del compañero febrerista y ex combatiente, con este sencillo recuerdo.
III- JUAN RICARDO PEDROZO SILVERO
El autor del Diario que publicamos fue uno de los miles de jóvenes paraguayos que no desoyó el llamado de la patria en un claro momento de peligro.
Había nacido en Itauguá en el año 1914 y se encontraba cumpliendo con su servicio militar en los cuarteles de la Marina cuando se desencadenó la guerra. Tenía apenas 18 años y como otros miles de mozos de su edad y menos aún, fue enviado al frente a cumplir con su deber de ciudadano.
Allá fue cruzando todo el Chaco. Como sus familiares no pudieron darnos mayores detalles y el glorioso veterano ex combatiente falleció en Asunción en el año 2001, sólo tenemos su corto pero precioso Diario, del que tomamos todos los datos que publicamos. Nos imaginamos que siguió el camino común que todos siguieron. Hasta Puerto Casado en barco, luego en el trencito de trocha angosta hasta Punta Rieles y finalmente en camiones hasta el lugar de concentración en Isla Po-í.
El cabo 1º Juan Ricardo Pedrozo S. fue integrado al Regimiento de Caballería 9 “Capitán Bado” componente de la D.8 . Su participación en la guerra fue ya cuando integró alguna reserva especial, mientras el coronel Rafael Franco ejecutara la magnífica maniobra de Campo Vía que en la práctica terminó con el ejército combatiente de Bolivia en el Chaco.
Para desgracia del Paraguay, de inmediato sobrevino el armisticio de Campo Vía, que para nosotros, y ya lo dijimos mil veces, fue responsabilidad conjunta de Ayala y Estigarribia, el primero como proponente y el segundo como aceptante de tan miserable situación que dio a los bolivianos un mes de tiempo para traer al freten sus muchas fuerzas acumuladas.
Luego de esta sensacional victoria, pero con un precioso tiempo perdido, Estigarribia reorganizó su ejército e hizo nombramientos, cometiendo aciertos y errores. El más grande error fue el nombramiento por recomendación de Higinio Morínigo, del Teniente Coronel Rosa Vera como Comandante de la D.9. Ya hemos comentado la ocurrencia de los hechos que pasó a la historia como Batalla de Cañada Strongest.
Pero volviendo a la persona que nos interesa, el Cabo 1º Pedrozo Silvero. Dejó escrito en su diario comentarios que nos muestran la situación del frente a partir del 13 de mayo de 1934. Por cierto que no tiene obstáculos para decir su real pensamiento de quien los llevara a una situación de desastre por su incapacidad, primero, y luego por su cobarde huída.
“Domingo 13 de mayo de 1934, fecha en que entramos en la maniobra proyectada por el Teniente Coronel José Rosa Vera y que nos condujo el más grande fracaso.
“24 de mayo de 1934 fue la fecha en que nos rendimos al enemigo después de una serie de sacrificios estériles y de ser abandonados por el comandante de la División Teniente Coronel Rosa Vera con todo su Estado Mayor y los famosos regimientos 1 y 3 de Infantería, “2 de mayo” y “Corrales”.
“25 de mayo, fecha en que fuimos conducidos desde el cuerpo a Villa Montes en camiones fuertemente maniatados”.
“14 de Junio fecha en que llegamos a la capital boliviana La Paz, en que desfilamos por las calles por disposición de sus autoridades”.
“A continuación anotará en parte lo concerniente a nuestro sufrimiento antes de rendirnos, los sacrificios estériles a que fuimos sometidos, nuestra odisea desde el momento que nos entregamos hasta nuestra llegada a La Paz. Algunas observaciones sobre esta gente y este pobre pueblo.
Que podemos agregar a esto. Que después de tres años y durante el gobierno del coronel Franco fue repatriado como los demás prisioneros de guerra. Creemos que hizo el mismo recorrido que los demás. Cruzar la frontera argentina por el llamado camino internacional o en sus cercanías y volver por tren hasta Formosa y luego por barco hasta Asunción.
Su diario está evidentemente incompleto, ya que no lo rellenó con las peripecias pesadas en Bolivia durante su larga estada en aquella prisión, pero ese habrá sido su deseo, para olvidar aquello para siempre. De cualquier manera, el Diario de guerra del cabo 1º Juan Ricardo Pedrozo Silvero es el primero al que tengo acceso. Estoy seguro que otros deben existir pero van desapareciendo porque sus tenedores no le dan la importancia que se merecen como documentos históricos valiosos. Y sin embargo son tan importantes.
PEDRO BAEZ ACOSTA
Horas 17:30. k.55. Camino Tte. Prats Gill-Villamontes. Recibo orden del Comando de Regimiento para conectar un aparato telefónico en el kilómetro 58 por la línea general de comunicación a fin de establecer un servicio de enlace (por esta noche) entre el Comando de Regimiento y el RI/R.16 destacado a 6.000 metros S.O. del K.58. Le acompañan diez soldados del G. del Mando del Comando con 100 tiros cada uno.
Hs. 19. Mi teléfono está conectado. Me instalo a 20 metros a la derecha del monte. Denomínase “Tórtola” (esta recta sigue 300m). De aquí parte una picada de 5 kilómetros de extensión, dirección S.O. por donde envío una patrulla de cuatro soldados, al mando del cabo 1º Lisandro Cabral, a fin de encontrarlo al capitán Joel Estigarribia y comunicarle mi ubicación y la misión. Hay intensa actividad telefónica referente a la aparición del enemigo sobre el kilómetro 50. En la línea oigo hostigamiento con artillería, morteros y pesadas.
Hs. 21.30. Una ráfaga de liviana hacía el K. 60 anuncia la aparición del enemigo en ese punto. El coronel Ortiz comunica esta novedad. Córtase el hilo telefónico. Llámame el comandante, a la vez que campana (D. 8): Me ordena cortar el alambre telegráfico telefónico en mi puesto. Conectar a mi aparato el lado sano y vigilar también el que va hacia el enemigo, debiendo desconectarlo todas las veces que tengo que hablar con la retaguardia; con esto evito que el enemigo escuche mi conversación, pudiendo yo por el contrario escuchar las suyas. Hs. 22. El comando promete enviarme 20 hombres de la compañía A.P. Estoy escuchando novedades del K. 50. Doy partes de tiros de fusil escuchados al S.O. a 6 kilómetros más o menos. Los teléfonos que tienen ubicación estratégica son llamados constantemente por el campana para percatarse si ellos son aislados por el enemigo. Noto un poco de nerviosidad en los conversantes. Parece que el enemigo del Kilómetro 60 tiene colocado un aparato de escucha por el hilo, porque a pasar de estar cortado, se nota suave señal de vida. Escucho lo siguiente: “mokoi pe ojhó va inimbó nico co ñe-ei, ya rajhauca mina ichupe ybitu rupi vova mitá rusú pichai, etc.
23 Hs. Reclamo urgente al comando los hombres prometídomes, y me contesta haber partido ya a pie, al mando el Teniente 2º Carlos Sienra. Habla el Jefe de E.M. del I.C.E. y dice a “campana”: “Ñande ru-guazú iopotá mas o menos cada hora o ñeñe-é chupé”. Le contestó “campana” que está bien y le dice: “tecotevé ou la ñane pepó atá ya jhechá cierto pa o y la yaguatajhá pe ñandé azu cotyvo porque upeva oi ramo co y peligro ya yeyopy vaimigui”.
Hs. 24. Llegan mis patrulleros que fueron hasta el I/R 16. Leo el parte que traen al comendado y acuso recibo del oficio en sobre cerrado, para el capitán Estigarribia, más 20 hombres (cada uno con 150 tiros de fusil) entregándome por el Teniente Sienra, quien vuelve inmediatamente al Regimiento. Despacho una patrulla llevando el sobre cerrado a su destino; va nuevamente como Jefe de patrulla el Cabo Cabral, por estar la noche muy obscura y parte del trayecto debe hacerse por pique. Preparo mi defensa y envío una patrulla de 7 hombres al mando de un sub-oficial a hacer un reconocimiento hasta el Kilómetro 59. Se produce un fuerte combate a la altura del kilómetro 61. Doy parte de esta novedad. Se escucha descarga de artillería en el sector de la D.7 T al N.O. hostigamiento con pesadas (sector de la D.2).
JOEL ESTIGARRIBIA
Comienza a clarear (el día 20). Se percibe nítidamente el cuchicheo del enemigo, cuyas posiciones cuando mcuho distan de la nuestra cuarenta metros. En nuestras líneas reina el más profundo silencio pues todo está para el cumplimiento de la orden de anoche (de retirarse hasta el término de la picada establecerse en el reducto). Lo malo es que esos malditos combates parciales a que nos obliga el enemigo, no cesarán y va a dificultar nuestra retirada.
En las distintas unidades se recibe la orden de proceder. En vista de que no se puede hacer en conjunto, se dispone que el desprendimiento se haga una tras otra y dejando tiradores aislados, los que se plegarán a sus respectivas unidades tan pronto termine el trabajo. Todos estos movimientos se efectuan sin que el enemigo se percate y es así como sin ningún contratiempo, llegamos al lugar indicado para nuestro nuevo emplazamiento donde sin demora se disponen a ubicarse las unidades y trabajar en obras de defensa.
Se construye pues el reducto, quedando las unidades en el siguiente orden: 1ª compañía y P.M. a la izquierda de la recta E; 2ª y 3ª Compañías frente al O. regresan las patrullas informando la presencia de fuertes columnas enemigas en las proximidades. Se vislumbran las intenciones enemigas. Casi estamos convencidos de que el objetivo no es sin o la recta principal. Con todos los datos recogidos hasta este momento, nuestro comandante nuevamente envía una parte en el que vuelve a recalcar la actividad enemiga, dirección tomada por la columna principal, número aproximado de la misma y por último la arriesgada permanencia de su unidad en ese lugar.
Son las 8 horas, han regresado los estafetas sin novedad pero ahora constatamos que la recta a nuestra retaguardia (N.E.) está interceptada por el enemigo. Se nota un leve malestar entre la muchachada, pero hay absoluta confianza porque el parte seguramente ya llegó a destino…Al E. se nota intensa actividad enemiga.
Nosotros también trabajamos porque tenemos que terminar las posiciones, buscar algún claro para que nuestros patrulleros lleguen a la D.7…Ahora se entablan pequeños combates en el N. Parece que quieren estrecharnos por ese lado. Las patrullas habrán sido descubiertas, porque cambiaron tiros. Regresan estas e informan que tanto al N. como al O. han chocado con líneas fortificadas y que en todo ese sector sintieron movimientos enemigos. Se ordena en este momento que una patrulla de combate haga un reconocimiento de viva fuerza sobre la recta a nuestra retaguardia. Inmediatamente se cumple esta orden y se destaca la patrulla, la que a poco de salir, es recibida por nutrido fuego. Llegamos a la conclusión de que el cerco es perfecto…Tenemos el convencimiento de que con un asalto salvamos la situación, pero la orden del comandante de Regimiento es nueva y clara.
Transcurre la noche sin mayores novedades.
PEDRO BAEZ ACOSTA
Hs. 1. Los teléfonos van silenciándose paulatinamente. Siguen los hostigamientos. Vuelve la patrulla del sub-oficial destacada al kilómetro 59, dando parte sin novedades hasta dicho lugar, pero observa que se combate a la altura del kilómetro 61.
Seguidamente comunico esta novedad.
Hs. 2. Todos los teléfonos están silenciosos. A la altura del kilómetro 61 se produce un fuerte combate. En el frente de la D. 7 se escuchan hostigamientos escasos con armas livianas.
Hs. 5.30. Vuelve la patrulla destacada al I/R 16 trayendo un parte que acompaña croquis. Leo el parte al comando con la situación indicada en el croquis (es notorio que el enemigo aparece en los cuatro vientos del sector).
Hs. 6. Envío una patrulla de sub-oficial compuesta de 8 hombres, con misión de reiniciar la recta “Lóbrego” hasta encontrar enemigos.
Hs. 7. Regresan mis patrulleros con el siguiente parte, que entrego al Comando y escucha “campana”: “El enemigo se encuentra a la altura del kilómetro 59, están tan descuidados que nos permitió acercarnos y ver que cuentan con heridos, ellos en camillas.
Seguidamente recibo dos órdenes: 1) Enviar patrulla con orden verbal para el capitán Estigarribia a fin de dirigirse con su batallón en tal foma que pueda encontrarse con el resto del regimiento que marcha en busca del enemigo. 2) Enviar patrullas de combate al kilómetro 59 para hostigar al enemigo en forma impertinente y obligarlos a seguirles hacia mi emplazamiento. Insistir en el kilómetro 58 hasta la llegada del regimiento. En cumplimiento de estas órdenes despacho una patrulla hasta el I/R 16 y otra de 7 hombres un sub-oficial (de la A.P.) para cumplir la misión sobre el enemigo del kilómetro 59. Vuelve la patrulla enviada al I/R 16 y comunica que la recta corta del S.O. se halla interceptada por el enemigo, a más o menos 500 metros.
Comunica al Comunda. Escucha “campana” y Cuerpo. El comando me dice que el Tercer Batallón del R.I. 16 ya está en marcha para este lugar en camiones. En este momento llega en un camión el intendente del R.C.9 “Capitán Bado”, Aspirante de Administración Pedro Halley Mora, el Sgto. Colmán, herido y tres soldados sin armas; escaparon milagrosamente de una emboscada en el K. 59 Doy estas novedades al comando. Llegan tres suboficiales y diez y siete soldados del R.I. 17 “Yataity Corá” quienes dicen venir del sector del II CE hasta donde fueron en misión de enlace (pique Chelli) y se presenta un soldado del I/R 16, dice ser del pelotón del Tte. Frizzola Luís ( 3ª. Compañía, cuenta con un fusil y 150 tiros. Los anteriores: el fusil ametrallado Brno, 20 fusiles, 30 tiros por hombre y 10 cargadores con proyectil para la automática, más la mula.
Hs. 8. Se produce un tiroteo a mi retaguardia. Llamo a mi comando y éste no me contesta.
Hs. 10. Escucho que comunica a mi campana lo siguiente: “Mi tropa, que iba en camiones al kilómetro 58 llegó a ver que el enemigo cruzaba la recta al trote, como a la altura del kilómetro 57,5. Campana ordena que una compañía del II/R. 16, la compañía de Ametralladoras Pesadas y la Sección Mortero y agrega que su P.C. está en el K. 56. Entrego mis novedades referentes a las tropas reunidas, más haber encontrado un pocito de agua sucia; que podía servirme por tres días. Recibo orden de constituirme en reducto y resistir a todo ataque hsata que se abra el camino; y mientras, hostigar al enemigo, que me da su espalda, a fin de distraerlo y permitir un trabajo fácil al regimiento encargado del trabajo frontal. Háblale el sargento Rojas del R.I.17 dando a conocer de cómo se encuentra conmigo. El combase se hace fuerte en el Kilómetro 57.000 y en el reducto ni se puede respirar de los proyectiles amigos.
Oigo mi comando reitera a “campana” sobre la venidad de su tropa, urgente. Hablo con Cuerpo y Campana, quienes me piden informe de la situación.
Le contesta que ya pronto llegarán las demás unidades. El comando me llama y recomienda resistir todo lo posible, porque el trabajo a efectuarse obligará al enemigo a encontrarse constantemente con mi reducto. Se corta el hilo telefónico.
Hs. 9. Organizo mi reducto con el aspirante a Oficial de Administración, 4 sub-oficiales, 7 cabos, 37 soldados, 1 automática (Brno), 43 fusiles, 3.400 tiros de fusil, 5 granadas de mano, 4 machetes, 1 hacha, 1 camión y una mula. Mis patrulleros enviados al kilómetro 59 no vuelven.
Hs. 10. Despacho al sargento Rojas con 7 hombres a fin de buscar donde fuera cortado el hilo telefónico y unirlo.
HS. 12. Vuelve la patrulla comunicando que el hilo está cortado en las mismas posiciones enemigas, por cuya razón es imposible unir. Preparo otra patrulla al mando del mismo Sargento con 7 hombres a fin de hostigar al enemigo por la izquierda de la recta, y el suscrito por la derecha con la automática y 5 hombres.
Se trabaja con mucha dificultad porque a más de haber vigilancia en la retaguardia enemiga, cada violento ataque amigo nos apeligra terriblemente.
Vuelve sin novedad.
Hs. 17. Despacho un sub oficial con 5 soldados hacia el kilómetro 59 en busca de los patrulleros de la mañana. Esta patrulla y otra que envío hacia el primer Batallón encuentran solamente enemigos.
Hs. 18. Destaco una patrulla con 6 hombres al mando del sargento González hacia el kilómetro 57,5 para seguridad del reducto, chocan a más o menos 200 metros de la partida.
Hs. 19. El reducto es atacado.
Hs. 24. Siguen tiros aislados. Tengo muerto al cabo 1º Lisandro Cabral, heridos al aspirante Halley Mora y el Soldado Acosta.
JUAN RICARDO PEDROZO SILVERO
El día 20 de mayo de 1934 por las 20 horas poco más o menos, el enemigo intercepta nuestra recta, haciéndose sentir en nuestra retaguardia, se toman las disposiciones para un ataque nocturno por una orden del comandante de la División Teniente Coronel Vera.
Esta esta noche no se pudo llevar a cabo dicho asalto, solo hubo choques sin importancia y a cada avance que se hacía se chocaba con el enemigo que protegido por la obscuridad disparaba a boca de jarro.
El Teniente 1º Juan Denis Roa, Comandante de la primera compañía del Primer Batallón del Regimiento 10 “Sauce” mandaba en punta.
A los tres o cuatro minutos del primer choque murió el Teniente 2º Alfredo N. Velloso. Así con pequeños choques se pasó la noche y amanecimos el día 21 de mayo.
JOEL ESTIGARRIBIA
En vista de que no pudimos encontrar el claro buscado se encomienda a la compañía un golpe de mano con el objeto de distraer al enemigo y mientras, despachar dos patrullas con el mismo fin que las anteriores, designado para este servicio a la Segunda Compañía.
La primera deberá patrullar minuciosamente el sector comprendido entre el O. y el S.
Una vez encontrado el claro dirigirse a la D. 7. Se le instruye suficientemente para el caso que pudiera llegar hasta allí. Va comandado por el Teniente Ortigoza sub comandante de la compañía en servicio. La segunda al mando del Teniente Mujica con la misión de salir a la recta principal siguiendo 600 metros paralelos a nuestra picada (rumbo NE 55º).
Todos estos servicios se efectúan simultáneamente. En las 7 horas. El Teniente Benítez O. encargado del golpe de mano, parte con una escuadra de ametralladora para dar cumplimiento a su misión a efectuar en el sector S.E. Transcurre un rato y oimos un nutrido fuego de fusilería y automáticas que dura varios minutos y calma. Cambiamos impresiones sobre el resultado y esperamos impacientes el regreso. Un rato mas y los vemos volver uno tras otro trayendo a cuestas enormes bultos. Son nueve equipos de tropa. El oficial jefe de la patrulla da parte de que sorprendió a tropas enemigas trabajando confiados en la apertura de una picada. Bajas producidas: 9 hombres cuyos equipos y armamentos presenta. Animados por este éxito, la misma compañía prepara otro golpe para las primeras horas de la tarde fijando para esta vez como sector el E. más o menos a 800 metros arriba del anterior. Se encarga para efectuar el trabajo al Teniente Brun, quien inmediatamente se dispone a organizar la partida. Minetras, se efectúan otros prepartivos, regresa de su comisión el Teniente Ortigoza, quien da amplio informa sobre la situación enemiga, manifestando la imposibilidad de salir por ese sector sin que se aperciba el enemigo por haber constituído éste una línea contínua y fortificada. El Teniente Brun ha partido y se oye a hora en la dirección tomada cambios de tiros. Por lo vista han estado alertas y fue descubierto.
18 horas. Regresa el Teniente Mujica. Ha cumplido satisfactoriamente su misión. Pasó entre dos retenes enlazados distantes 200 metros entre sí, habiendo de por medio un pequeño cañadón. De parte de que en todo el trayecto al O. ha sentido conversaciones en voz alta y en castellano (detalla inequívoco de que se trata de bolivianos). A raíz de esta novedad, nuestro comandante, después de dos horas de meditación, convoca a una reunión de oficiales y aspirantes, a los que habla mas o menos en estos términos:
“Señores oficiales, he considerado conveniente reunirlos para enterarles de nuestra situación, manifestarles mis ideas y escuchar las vuestras. La hora es de vida o muerte para el batallón. Admiro vuestra abnegación. Habéis pasado varios días privados de los elementos indispensables y hasta el momento no he oído una sola murmuración. Este espíritu de sacrificio me place en lo más íntimo, porque todavía exigiré al Batallón un esfuerzo colosal”.
Se da lectura a dicha orden cuyo tenor es el siguiente: Orden de Operación-Situación general. El enemigo en número intensamente superior consigue cercarnos. Por el N. los tenemos a 100 metros de distancia. En las demás direcciones varía de 300 a 500 metros de distancia. En las demás direcciones varía de 300 a 500 metros.
Situación particular.Desde las 8 horas de ayer nos encontramos aislados del regimiento y sin noticia alguna. Antes de penetrar en este lugar, sabíamos que dos divisiones de nuestro mismo cuerpo de Ejército (7 y 2) estaban en contacto con el enemigo a la altura del kilómetro 64 de la recta principal. En el día de hoy una patrulla nuestra consiguió llegar a la recta principal, pasando por un intervalo de 200 metros existente entre dos retenes enemigos.
Unico claro encontrado en todo el cerco. Misión. Partir de nuestras posiciones actuales, siguiendo el pique Mujica hasta llegar a la recta. Una vez en esta, caer sorpresivamente sobre la retaguardia enemiga que forma la línea exterior del cerco y que se hallaría enfrentando a nuestras tropas que luchan por limpiar el camino.
Ejecución. A las 5 horas del día de mañana, el batallón partirá de este lugar en el siguiente orden: 2ª, 1ª y 2ª compañías que se organizará al mando del Ayudante del Batallón compuesto del mando, rancheros y camilleros. Llegados a la recta organizarse en el siguiente orden: Primer escalón, 1ª y 2ª compañías a la derecha e izquierda de la recta respectivamente, debiendo asaltar y romper la línea enemiga (Frente E. Segundo Escalón), 3ª y 4ª compañías a 50 metros atrás de la anterior para protegerlas y encargarse de la limpieza. Aprovisionamiento. Proceder durante la noche a entregar 300 tiros por soldado, llenar todos los cargadores a más de 500 tiros de reserva por pieza de ametralladoras. Otras disposiciones: a) Terminado el reparto de proyectiles, cavar hoyos en forma de posiciones individuales y enterrar todos los elementos y equipos del Batallón, cubriendo estos con sus parapetos; b) Nómbrase ayudante del Batallón al Intendente del mismo aspirante P. Perdomo. Termina la lectura y nuestro Comandante fundamenta la orden: “Nuestra situación es excepcional –continua Estigarribia-. Pensemos en esas dos grandes unidades, en la última orden de resistir, y en el escaso número de tropas que se encuentran afuera y hallaremos la razón que nos impulsa a exigir del Batallón el máximo de los esfuerzos.
No debemos conformarnos con salir solamente, seremos mártires en holocausto de la causa común, esforzándonos en ayudar al conjunto realizando una empresa sublime que si el Dios de la Guerra nos acompaña, puede constituir el dardo que penetre en el corazón enemigo. Además iremos a obrar de acuerdo a experiencias adquiridas durante la campaña.
Hemos visto que en todos los cercos realizdos por nuestro ejército, existe una línea que asegura el cerco y otra que defiende de los posibles refuerzos enemigos. Por la última orden del Regimiento tuvimos conocimiento de que en el K 61 existe una línea enemiga; esta debe ser con frente a las dos divisiones empeñadas en el K 61. El cerco que asegura nuestra inactividad, dejaremos burlado, saliendo por el claro encontrado. Terminada su exposición nos pide nuestro parecer, como para sondear nuestro espíritu, pero como todos estamos ansiosos por hacer algo y terminar de una vez con la inactividad, manifestamos que desde luego sería más honroso para el Batallón hacer semejante sacrificio por el bien común, porque si se tratara de salir solamente con un asalto a la línea más próxima, el propósito estaría satisfecho ampliamente.
PEDRO BAEZ ACOSTA
Hs. 6. Envío patrullas buscando enlace con el 1º Batallón. Encuentran enemigos. Continúan violentos ataques en el kilómetro 57,5; ellos son sucesivos, con intermitencias de 30 a 40 minutos, a veces de una hora.
Hs. 13. El reducto es atacado en su lado N. Se retiran sin más novedad.
Hs. 18. Patrulleros enemigos llegan hasta el reducto. Mis patrullas de ayer se vuelven.
Hs. 22. Escucho fuerte combate al N. Artillería al O. Tiros aislados.
Al N.E. cohetes de luz roja y morteros.
Hs. 22.30. El reducto es atacado e intiman rendición. Al N. se oye un fuerte combate. Más o menos a 6 o 7 kilómetros; no obstante la distancia, se puede oir de rato en rato una confusa gritería. Hs. 24. El enemigo se retira. Hoy el atardecer, recién fue enterrado el Cabo Cabral. No lo hicimos por la mañana, porque abrigábamos aun la esperanza de sacarle fuera del cerco, pero en fin. Lisandro Cabral duerme tranquilo, hoy le tocó a él, mañana serán otros los que le seguirán.
MAYO 21-1934
JUAN RICARDO PEDROZO S.
La mañana en que se lleva a cabo el asalto a las trincheras enemigas, después de haber aniquilado la mayor parte de la tropa y haber perdido dos oficiales, a los Tenientes Velloso muerto, y herido el Teniente 2º Rivarola y de haber roto dos líneas de las fortificaciones enemigas, nos vemos abandonadas por el Comandante de la Divsión Teniente Coronel Vera y todo su Estado Mayor y los Regimientos “2 de mayo” y “Corrales” respectivamente; infelices estos cobardes que ni siguiera tuvieran la hombría de avisarnos antes de su fuga. Todos estos Hombres tienen que rendir cuenta del porque se fueron sin avisar al Comandante del 10 de infantería “Sauce” que siguió combatiendo toda la mañana para ver si no había paso a costa de sacrificar toda una generación de valientes.
El Regimiento 9 de Caballería “Capitán Bado” que también fue abandonado cobardemente y sin ningún aviso por el mismo Teniente Coronel Vera. En vista de que ya nos abandonaron, nuestros valientes camaradas, héroes en decencia (se refiere a quienes siguieron a Rosa Vera), siendo las 16 horas el Comandante del Regimiento 10 “Sauce” Mayor César López de acuerdo con el Comandante del Regimiento 9 de Caballería Capitán Casimiro Flores resolvieron buscar unidos una salida a costa de cualquier precio.
Llevaba la tropa del “Sauce” tres días sin dormir y como estaban muy cansados y casi aniquilados, el Mayor López dispuso que tomase la punta de la marcha las tropas del 9 de caballería.
Caminamos toda la noche con las precauciones del caso, pero pareciera que el destino estaba en contra nuestra, no teníamos ni una sola gota de agua y la marcha se hacía pesada. Tiramos los equipos dejando solo lo indispensable, quemando a la vez los objetivos mas queridos. Tras esta marcha, tuvimos que abandonar a nuestros heridos caidos en el asalto de la mañana. Esto fue lo mas horroroso que ojos humanos hayan visto. Tendidos en el suelo, imposibilitados de moverse nuestros más queridos camaradas se daban cuenta de que los dejábamos; clamaban algunos que los matáramos antes que dejarlos, otros ya moribundos nos miraban con sus miradas de muerte como diciéndonos: “No me dejes”. Otros, los que podían andar se preparaban con palos para seguirnos en un estado calamitoso. Estos hombres no miraban el mal que se hacían al caminar porque la mayoría de ellos sangraban por sus heridas durante toda la marcha. Aquí tuve la oportunidad de apreciar y valorar el temple del soldado paraguayo que bien se lo puede catalogar como héroe.
En toda la campaña jamás he visto cuadro más triste; no se hallan frases para expresar lo terrible de estos momentos trágicos.
JOEL ESTIGARRIBIA
(Mayo 22, 1934)
Los primeros resplandores de la aurora nos sorprendió terminando con los preparativos para la marcha. Se reciben las últimas indicaciones para efectuar la retirada. 5 horas. Se inicia el sigiloso desprendimiento y la marcha. Este momento es aprovechado por nuestro comandante para desde un lugar escogido arengar a la tropa que pasa. El entusisasmo reinante en la unidad es alentador y origina optimismo en el buen éxito de la empresa.
Parece que se olvida de las privaciones a que estamos sometidos desde hace tres días. Los comandantes de compañías imparten severas consignas con respecto al sigilo que debe observarse durante la marcha a fin de evitar que el enemigo se percate de nuestro movimiento, ya que debe pasarse entre dos retenes, bordear un cañadón y cruzar piques de control. Ahora se presentan tres aviones enemigos. La precaución se hace extrema. Y vuelan sobre nosotros cual cuervos sobre su presa. Caminamos poco. Hemos perdido hermoso tiempo ocultándonos cada instante de estos malditos aparatos que están volando a escasa altura.
13 horas. De la punta se recibe la voz de que llegaron a la recta a la altura del kilómetro 58,5.
Por fin: Inmediatamente se ordena pasar a la formación de ataque. La s unidades destinadas a ocupar la izquierda de la renta pasan sus gentes por esuadra. Un rato más y listos.
Se inicia la marcha en cumplimiento del objetivo. Todo el m undo va con el entusiasmo y decisión pintados en el rostro. Pasaremos. Esta es la impresión general; y significa para nosotros alimento y reposo, que tanta falta ya nos está haciendo. Alto. “Nde pa Paraguay”. Todos los corazones seguramente dejaron de latir. ¿Qué significa esto? Estamos a la altura del kilómetro 58 y aquí debe estar el enemigo dándonos la espalda. Volvemos a la realidad. Se trata efectivamente de un contingente paraguayo. Alegría indescriptible se apodera de oficiales y tropas originando entusiastas Vivas a la Patria y a l Ejército. ¿Estamos salvados?
La realidad era muy distinta. Se presenta el Teniente Baez Acosta y entrega el parte de situación al Comandante de Batallón que es como sigue: “Enemigos en el kilómetro 57 con tropas amigas al frente: “Enemigos en el kilómetro 57,5 con tropas amigas al frente: estoy en un reducto que es atacado tres y cuatro veces por día por fracciones de tropas enemigas que felizmente hasta ahora hemos podido rechazar. Tenía un efectivo de 57 hombres, incluso 12 bajas. Me encuentro sin víveres desde el día 20. Mi último rancho fue el día 19.
En vista de estas novedades nuestro Comandante llama a una reunión de oficiales en la que se resuelve: 1º. Dejar en su puesto con su tropa al Teniente Báez con la misión de seguir obstaculizando la recta, sobre la que tiene organizado su reducto.
2º. No atacar sobre la recta sino internándose 600 metros al N. para luego tomar frente E. y atacar a esa altura. Se ordena tomar el siguiente dispositivo: en columna de a uno hasta los 600 metros.
Llegados a esta altura irán la 2ª y la 1ª compañías en el primer escalón. La 4ª compañía cubrirá el flanco de la 2ª y la 3ª el de la 1ª. Consigna: caer decididamente sobre el enemigo y una vez rota la línea, la 3ª y la 4ª compañías ensancharán la brecha, cada una en sus respectivos frentes. La tropa está impaciente por hacer algo. Terminada la reunión se procede de inmediato a dar cumplimiento a lo resuelto. Llegamos al punto indicado para el despliegue y sin pérdida de tiempo se pasa a la formación de asalto. Ya listos se ordena: “Ya jaha que los mitá”. Marchamos aproximadamente 200 metros. Unos tiros.
Unas ráfagas ametralladoras. Es la línea enemiga. Derrochan municiones. Viva el Paraguay. La tropa delirante repite: algunos no terminan la frase, están revolcándose en el suelo bañados en sangre. Es el asalto. Nadie queda atrás. Y es así como a pesar de la torrencial lluvia de hierro, llegamos a las posiciones enemigas que ceden. La tropa está incontenible.
Ya los pozos están vacíos. Solo algunos están ocupados pero ya no lo defenderán. Varios bolivianos en su huída son cazados por sus espaldas. Pasan a nuestro poder dos pistolas piripipí y varios fusiles. El Teniente Brun herido, varios soldados idem y unos muertos, es lo que nos cuesta este asalto. Un detalle en las posiciones nos llama la atención. Están colocados con frente Oeste y no darán seguramente la espalda a nuestras tropas de afuera.
Llegamos a la conclusión de que tendremos que habérnosla con otra línea que por cierto bien alerta estará. Se organizan pues las unidades y en las misma formación anterior reiniciamos la progresión, para al rato, ser nuevamente agasajados por estas gentes que nos reciben con un fuego más intenso. Comienza de nuevo a ralearse nuestra línea; varios han caído, de los cuales, unos pueden arrastrándose, ponerse a cubierto de los proyectiles. Otros no se levantarán nunca más. A pesar de todo, se sigue la progresión con creciente entusiasmo. Estamos nuevamente sobre las posiciones enemigas, pero esta vez en acción nuevamente las granadas de mano, que tan excelentes resultados nos dieran en el asalto anterior. La confusión es terrible. Aquí las raíces están profundas y exige de nosotros un esfuerzo mucho más sangriento. Ahí están las posiciones. Vemos que de cada hoyo asoman dos cabezas. Se oye el grito vigorizante de Viva el Paraguay!. Por momentos parece que no vamos a conseguir nuestro objetivo. El consumo de municiones que hace el enemigo es fantástico y casi no se puede progresar. Llega sin embargo un momento en que la masa, como movida por un resorte, salta y da el golpe de gracia.
Al producirse la ruptura, el resto huye despavorido y así cae en nuestro poder la segunda línea boliviana.
El esfuerzo ha sido casi superior a nuestras fuerzas. En otras considiciones seguramente hubiera sido menos el agotamiento, pero estamos hambrientos e insomnes; las bajas han aumentado considerablemente y los proyectiles y granadas han mermado también. En estas condiciones deja el enemigo gran cantidad de muertos, cuatro pistolas piripipí, numerosos fusiles y un prisionero que declara la existencia de otra línea más adelante y hasta tropa. No obstante más o menos reorganizados, seguimos adelante y efectivamente encontramos la tercera posición. A pesar de esto se insiste un buen rato y se grita desaforadamente a los compañeros de afuera, ORE PYTYVO MI NA LOS MITA. Mas éstos no contestan siquiera. En vista de la inutilidad de nuestro empeño, el Comandante resuelve regresar al reducto del Teniente Báez, recogiendo los heridos, armamentos y proyectiles tomados al enemigo.
Nos acompaña el prisionero boliviano, soldado Huanta Mamani, cuyas señales particulares son: moreno de cutis, picado de viruelas, estatura regular, perteneciente al R.I. 18 Montes. Al emprender la retirada, la 4ª Compañía que tenía a su frente una fracción enemiga, es contra-atacada, en vista de lo cual, nuestro comandante queda con esta, encargando muy especialmente a los CC.UU. no dejar ni un solo herido y represar al reducto por el mismo camino por el que habíamos venido. Después de un fuerte tiroteo, se desprende la 4ª compañía del enemigo cubriendo la retirada. El sol ha desaparecido.
Llegamos al reducto con un total de 13 muertos y 36 heridos. Una vez en este lugar, el comandante ordena ampliar el perímetro del reducto. Pasan las unidades a ocupar sus puestos en el siguiente orden: 1º y 2ª compañías al N. de la recta, 3ª compañía y Báez al S.
La 4ª compañía se disuelve y sus hombres pasan a llenar los claros en las demás unidades. Se inicia inmediatamente los trabajos de defensa. A los camilleros se les ordena recoger los mosquiteros de las DD.UU. y hacer vendas con ellos para socorrer a los heridos.
Vendar es todo lo que podemos hacer. El prisionero se queda bajo la custodia de los camilleros. Han transcurrido unos minutos desde que la tropa esta acomodándose y algunos trabajando ya en las nuevas posiciones. Son las 21 horas. Oimos la intimación de un centinela nuestro. Lo repite en un guaraní potente y claro. Un tiro, dos, varios. Qué lástima. La noche es bastante clara y agradable. Tenemos una hermosa luna y temperatura apacible, propia para un idilio amoroso y no para combatir; pero paciencia. Recibimos un furioso ataque por el N.y O. Muy bien.
Ahora nos toca a nosotros pelear acostados. No se acercan mucho; pero hacen su acostumbrado derroche de municiones. A E. se oye ahora un tableteo infernal. Nuestras tropas de afuera parece que atacan y no lejos de nuestras posiciones. Son las 21 horas. Oimos la intimación de un centinela nuestro. Lo repite en un guaraní potente y claro. Un tiro, dos, varios. Qué lástima. La noche es bantante clara y agradable. Tenemos una hermosa luna y temperatura apacible, propia para un idilio amoroso y no para combatir; pero paciencia. Recibimos un furioso ataque por el N. y O. Muy bien. Ahora nos toca a nosotros pelear acostados.
No se acercan mucho; pero hacen su acostumbrado derroche de municiones. A.E. se oye ahora un tableteo infernal. Nuestras tropas de afuera parece que atacan y no lejos de nuestras posiciones.
El reducto es un verdadero infierno, pero nos están gritando como enerúmenos: “Capitán Estigarribia, ríndase. Formen de a uno sobre la recta y vengan, cojudos, aquí tenemos ricos locros y tereré”.
Es interesante. ¿Cómo conocen a nuestro comandante?
Le contestamos que mirarse en ese espejo podria ofuscarles y que la pretensión es un poco exagerada, pudiendo por último venir a buscarnos.
Algunos soldados les contestan también con unos de sus términos favoritos. Circula orden que dice: “Identificar los trabajos de defensa, hacer disparos sobre blancos seguros; se economizará así las pocas municiones que aún restan”. Pasamos la noche sin mayores novedades, pero alertas. Un servicio de ronda de oficiales visita constantemente a los puestos de centinelas y la línea para que todo esté en orden y listo para cualquier emergencia. Estamos muriéndonos de sueño. Nuestras bajas han aumentado en dos muertos y cuatro heridos.
PEDRO BAEZ ACOSTA
Hs. 2. Hasta el reducto llegan patrulleros enemigos que hacen disparos de piripipí. Calma en todos los sectores, a excepción del kilómetro 57,5 que tiene un fuerte hostigamiento.
Hs. 6. Mis heridos amanecen con fiebre y muy débiles. Se escucha intensa actividad con elementos de zapa en el kilómetro 57,5.
Hs. 9. Un fuerte combate al N.E. muy lejano, se escucha. El reducto es atacado del lado O; el enemigo nos invita en buena forma a rendirnos.
Hs. 10. El enemigo trae un ataque sobre el frente Norte del reducto, traen automáticas. A las 12 horas se retiran sin haber otras novedades.
Hs.13. Mi puesto de centinela de aviso que hacía el o. Tropas de traje verde olivo cruzan la recta, al parecer con dirección a salir sobre el reducto: ordeno tomar precauciones para evitar desgracias con tropas amigas, o recibir sorpresas del enemigo. Es el Batallón del Capitán Estigarribia. Doy parte de mi situación. Me ordena permanecer en mi puesto hasta segunda orden. Entrego mi diario de novedades al batallón, adjunto un croquis, parte de personales y bajas de mi unidad. Fuerza efectiva 52 hombres. Bajas hasta la fecha: 12 hombres. (Fdo. Pedro Baez Acosta. Teniente 2º de Reserva).
JUAN RICARDO PEDROZO S.
Amanecemos el día 22 de mayo cuando el Mayor López resolvió el tomarse otro rumbo marchando en punta el Regimiento “Sauce”.
No habíamos marchado cuatro horas cuando nos metimos en una emboscada preparada por el enemigo; la ostentación de fuego del mismo era soberbia, sus armas automáticas cubrían todo el campo donde posiblemente sería nuestro reducto, lo tenían todo ya reglado para sus tiros de morteros. Hubo aquí un desconcierto general; nos dimos cuenta de nuestra crítica situación y de todo lo que iba a acontecer.
Totalmente agotados por la sed, el cansancio, el hambre, y cercados por un enemigo diez veces superior, nos sostuvimos todo el resto del día 22, todo el 23. Constantemente el enemigo que ya nos tenía seguros en su cerco, nos invitaba a una rendición amenazándonos en caso contrario con destrozarnos a tiros de morteros, armas automáticas y bombardeo de aviación; ya se pasaban en las líneas enemigas algunos de nuestros soldados y por las declaraciones de los mismos el enemigo estaba informado de los nombres de las unidades que se hallaban cercadas, del nombre de sus jefes y la mayoría de los oficiales; sabían también que sufríamos por la falta de agua y nos invitaban que nos entregáramos para tomar “agüita fresca”.
Formamos un reducto a fin de sostener algún ataque del enemigo y en esa forma tenerlos en nuestro frente hasta dar salida a la 7ª y 8ª División y parte de los fugados de los nuestros, bien que nos dimos cuenta que el Teniente Coronel Rosa nos dejó de carnada al enemigo a fin de proteger su cobarde huída.
Ya no tenemos ni una gota de agua desde el 21 por la tarde y a fin de aplacar en algo la sed, mascábamos tunas y caraguatás, que para mayor ignominia no había por parte alguna una sola planta de Yby-a.
Lo poco que sacábamos de las tunas y los caraguatás no nos satisfacía, ya que estábamos muy sedientos, el jugo de la tuna era amargo y al beberlo nos quemaba la garganta. No teníamos hambre, solo queríamos agua y no había, en cambio sabíamos que a dos pasos de allí había una aguada que estaba en poder del enemigo; soldados hubieron que probaron de beber a escondidas de esa agua, pero era imposible, el que iba caía prisionero.
JOEL ESTIGARRIBIA
A las 5 horas el reducto es saludado con un impetuoso ataque del enemigo, entablándose el combate por una hora. Se desarrolla éste en condiciones que por demás está decir, desfavorable puesto que los defensores del reducto contestamos los tiros en proporciones considerablemente reducidas en obediencia de la consigna de ahorrar municiones. Terminado este ataque, el comandante de Batallón recorre la línea cambiando de conversación con la tropa, a quienes reitera la necesidad de continuar resignado ante la situación angustiosa del momento, y que este sacrificio, si bien es el aniquilamiento del batallón puede constituir la salvaguardia de nuestro ejército.
Recalca que ante ese ideal sublime nuestras vidas no son nada. Además hemos de abrigar la esperanza de recibir apoyo de los camaradas que están afuera y que se empeñan por romper el cerco; todo esto no depende sino del tiempo, de ahí la necesidad de tener conciencia, consumiendo los proyectiles lo más escasamente posible y haciendo fuego solamente sobre blancos muy seguros.
Luego de este llama a reunión de los SSOO en la que habla en los siguientes términos: “Ayer, con el valor y la decisión de nuestra raza, nos lanzamos sobre el enemigo para conquista de nuestro objetivo. Hemos sido detenidos por el mayor número; nuestra unidad se halla totalmente desangrada, a pesar de ello, tengo la firme resolución de continuar resistiendo, con ello conseguiremos entorpecer la acción enemiga, distrayendo sobre nosotros sus efectivos y dar tiempo a nuestro comando para tomar sus disposiciones. Sacrifiquémonos con el convencimiento de haber contribuido con nuestra sangre en homenaje a la Patria y al Ejército. Defendamos con el último cartucho nuestra tradición y con la vida, recordando nuestro juramento hecho en el reducto Esperanza, de ofrendar hasta la vida si necesario fuere.
Seguidamente el Teniente Báez dice: “Si es digno que la posteridad recuerde a un héroe, solicito del señor comandante y demás oficiales que el reducto, hasta hoy nuestro abrigo, lleve el nombre del Cabo 1º Lisandro Cabral quien en vida fuera un valiente, a mas de haber sido la primera víctima (primer muerto)”.
Este pedido es aceptado por unanimidad, guardándose un minuto de silencio en memoria del héroe. Terminada la reunión, cada uno vuelve a ocupar su puesto de combate. La absoluta calma que reina en todos los vientos, es perturbado repentinamente, a las 9 horas, por andanadas de morteros que disparan por ráfagas de 12 a 14 granadas, con intervalos de 3 a 5 minutos. Aumenta esta considerablemente el número de nuestras bajas, siendo los más castigados los heridos. Se dispone el traslado de ellos a un lugar hasta ahora de Batallón imparte una orden que dice: 1º) ducti; 2ª) Ningún soldado abandonará su puesto sin previa orden de sus respectivos comandantes de compañía; 3º) Mejorar las trincheras; 4º) Aprovechar el aceite del camión para limpiar los armamentos; este servicio se organizará de modo a no descuidar la permanente vigilancia de las piezas y fusiles; 5ª) Exigir el más completo silencio; 6º) Recomendar nuevamente el consumo de munición”.
Siendo las 13 horas recibimos nuevamente el ataque enemigo que en nada puede envidiar a los anteriores, reduciéndose, como otras veces, a tres a cuatro intentos de asaltos para luego calmar el ataque. Continúan los disparos de mortero. La osadía del enemigo aumenta cada vez más, debido a los pocos disparos que les hacemos, pero con todo no tienen el valor suficiente para asaltarnos y terminar con nosotros, a pesar de que están perfectamente enterados de nuestra situación calamitosa. A la caída de la tarde aparece un avión amigo que seguramente viene a dar con nuestra ubicación. Es recibido por nosotros con las señas reglamentarias y esto nos permite reconocer mejor el anillo de fuego que nos encierra, pues el enemigo le hace un derroche considerable de municiones, haciendo funcionar una cantidad inmensa de automáticas: eso se deduce del tableteo infernal que se produce en este momento contra el avión, que vuela a una altura no mayor de 100 metros y que, felizmente, ninguna fue mortal. El vuelo dura sobre el reducto por espacio de 10 minutos.
De los defensores del reducto se apodera intensa emoción, originada por la valentía de los tripulantes de la máquina y porque esperamos que nos arroje algún mensaje lastrado donde pudiéramos leer dos palabras, que de mucho nos servirá, pues es el quinto día que estamos ignorantes de toda novedad. La revolución del avión en nuestro cielo, trae una gran reacción a los que seguimos luchando obstinadamente, procuramos por todos los medios posibles hacernos entender de los tripulantes, que nos hacen señas de saludos con las manos, que nuestra necesidad consistía en algunas palabras y sobre todo, municiones. Nada decepciona tanto al soldado como carecer de municiones, teniendo amigos que batir.
Los morteros reinician sus tareas infatigables de destrucción y muerte. A cada rato aumenta el número de nuestros muertos y heridos, y siendo las filas cada vez más ralas, nos vemos obligados a emplear a los heridos cuyos brazos están sanos para cubrir posiciones. Estas horas son temibles, nos impone proceder con los ojos vendados. La mayor parte de nuestros muertos continuan insepultos y los heridos empiezan a agusanarse. No hay medicamentos, el que cae herido recibe solamente dos palabras de aliento. No tiene la suerte de que se gaste por él una gota siquiera de alcohol.
Entrada un poco la noche, volvemos a recibir un ataque más furioso que los anteriores y nos reiteran la rendición en esta forma: “Capitán Estigarribia, no sea caprichoso, sea más humano, ríndase. El Mayor López, con 50 oficiales, acaba de rendirse. El II cuerpo de Ejército se halla acorralado. Ha caído un oficial de E.M. y el avión que ha evolucionado sobre ustedes ha sido derribado. Ríndase, hay garantías para oficiales y tropas”.
Esto desmoraliza en algo a la tropa y nos pregunta sobre la verdad de lo que acaban de escuchar. Contestamos que no es sino una artimaña de que se valen para intimidarnos. Reina nuevamente la calma que sigue al combate. Los morteros son incansables y hay momentos en que el interior del reducto se llena de polvareda, humo y pólvora. Sin cesar estallan granadas. De parte de las tropas que se encuentran afuera del cerco también hay calma. El resto de la noche transcurre en medio de fuertes bombardeos y hostigamientos con automáticas y fusilería que son acompañados de la bulliciosa y desordenada gritería del enemigo. Hoy tuvimos 18 heridos y 3 muertos.
JOEL ESTIGARRIBIA
Amanece este día y a las seis horas somos saludados en la forma habitual. Mas que el ataque nos preocupa la escasez de proyectiles y el aniquilamiento paulatino del batallón por las bajas y el hambre. Los morteros, que descansaron un poco, reinician sus actividades; esta vez son más. Los tiros vienen del S. y O. El ataque termina como de costumbre, no así el bombardeo. A esto se nos hace preferible el ataque de la infantería, que produce menos bajas. Desde hoy cesan por completo los tiros de los de afuera, que desde ayer habían disminuido Por orden del Comandante de Batallón hoy será carneada la mula que venía prolongando sus días de existencia contrariando los deseos unánimes de las tropas, que ya desde días atrás querían convertirla en rancho.
El comandante de batallón recorre la línea con este motivo y aprovecha para arengar a la tropa. “Parece que el enemigo quiere rendirnos por el hambre a fin de evitar bajas; así indica su silencio”. Son las 15 horas. Reiniciase un ataque en el que hace un enorme derroche de municiones. Durante este ataque consigue llegar a menor distancia de nuestras posiciones. El ataque termina las 16.30 horas.
Durante el ataque reiteran en buena forma el pedido de rendición. A las 13.30 mas o menos, y antes del ataque mencionado, aparecieron dos aviones amigos, que luego de unas evoluciones sobre el reducto arrojaron tres bultos. Esto provocó una gritería de júbilo en todos nosotros, pues creimos que se trataba de proyectiles, pero que terrible decepción. Resultaron ser bolsas de hielo: dos de ellas cayeron en nuestro poder y la otra en línea enemiga. A las 17 horas intensifícase en sus actividades los morteros, hasta las 19 horas y luego, con intervalos de 20 a 30 minutos, durante toda la noche. Mas o menos a las 22 horas, con vivas a Bolivia, el enemigo nos atacó furiosamente; creimos llegado el momento de una lucha cuerpo a cuerpo, pero afortunadamente esas manifestaciones parece que no fueron sin o para impresionar. Esto duró más o menos 45 minutos.
Suspendido el ataque continuan los gritos de intimidaciones. Bajas del día de hoy: 13 heridos y 2 muertos.
JUAN RICARDO PEDROZO S.
(mayo 24, 1934)
Amaneció el día 24 y como el enemigo veía que no nos ibamos a entregar tan fácilmente con sus amenazas, mandó un parlamentario que nos daba un perentorio plazo de diez minutos para que resolviéramos algo y que pasado ese plazo el comandante enemigo no respondería de los hechos.
Agotados por la sed, sin víveres, sin proyectiles, cansados ya, tuvimos que rendirnos al enemigo siendo las diez horas del día 24 de mayo. Triste día para las armas paraguayas esta hora de nuestra primera derrota y del primer triunfo del enemigo.
Salimos de nuestras posiciones para ser transportados en camiones frente al P.C. del Comandante de la 3ª División Teniente Coronel Calleja. Lo primero que ordenó fue que nos dieran agua: aquí fue donde nos sacaron todo lo que teníamos y nos tomó el nombre, diciéndonos que seríamos conducido en dirección al PC del comandante del Cuerpo.
Subidos a razón de 18 hombres por camiones, teniendo en cada uno de ellos cuatro soldados por custodio. A grandes velocidades fuimos trasladados al cuerpo. Habremos viajado como siete horas para llegar a nuestro destino.
JOEL ESTIGARRIBIA
(Mayo 25, 1934)
Amanece con una salva de morteros y con un ataque que dura hasta las 6.30 horas. No nos extraña, pues, el saludo acostumbrado.
10 Horas. El comandante de Batallón recorre la línea visitando las DDUU, momento que aprovecha para sondear el espíritu de la tropa, encontrando una expresión de aliento cuando les habla de una posible salida. A su regreso procede a una reunión de oficiales en la que plantea un ardid como último medio de salvación en la siguiente forma: “Considerando el estado exhausto de las tropas, ya sumamente sacrificadas, y en vista del silencio existente desde el día de ayer en la línea exterior, hecho este que ha influenciado ya en el espíritu de la tropa, veía llegado el momento de proceder ante la imposibilidad de seguir resistiendo en estas condiciones. Explica luego el ardid proyectado con estas palabras: pediremos parlamento enviando un oficial hasta el enemigo. Este hecho se propalará rápidamente entre los sitiadores, ocasionando en ellos una algaraza general; como consecuencia natural de esta alegría descuidarán sus posiciones, festejando el acontecimiento. Ese momento aprovecharemos nosotros para lanzarnos decididamente sobre el enemigo con todos nuestros últimos medios ofensivos. Nuestras tropas que se encuentran fuera del cerco, dándose cuenta de nuestro movimiento, cooperarán tal vez con nosotros, facilitándonos la tares. Pero hay que tener en cuenta que el éxito debemos esperarlo de nuestros propios esfuerzos. Para la ejecución del plan se procederá de la siguiente manera: si para las 12 horas no ocurrieran novedades, el Teniente Quinteros hará de parlamentario con instrucciones especiales del suscrito. Y como formación de ataque, la 2ª compañía y la Compañía Baez, en sus respectivos frentes, formarán el primer escalón, y a 50 metros atrás, la 1ª y 3ª compañías, ocuparán el segundo escalón. La 1ª y 3ª compañías dejarán 4 hombres en sus respectivos sectores, con instrucciones de estar hablando como en conversación con sus camaradas, y deberán retirarse al sentir primer choque, para reincorporarse a sus unidades. Termina su exposición diciendo: “Debemos preferir un sacrificio más a la rendición”. Continuamos en este comentario cuando se produce un nuevo ataque, que obliga a disolver la reunión para acudir cada uno a sus respectivos puestos. Dos minutos mas tarde (11.30 horas mas o menos), los Tenientes Pérez y Báez se presentan al Comandante de Batallón con el parte de que el sargento Carvallo, que compone la unidad del Segundo y perteneciente al R.I. 17 “Yatayta Corá” había invitado por dos veces a la tropa de la 3ª Compañía a abandonar la línea y pasarse al enemiga; invitación que ha sido rechazada las dos veces y denunciada por el Sargento 1ª Eusebio Báez. Esta novedad es puesta en conocimiento de la oficialidad, quienes resuelven que antes de que se presente otro contratiempo mas serio, se proceda inmediatamente a la ejecución del plan. Seguidamente se habla en voz alta al enemigo, diciéndoles tener deseos de enviar un parlamentario. Esto es aceptado por el enemigo, a raíz del cual se ordena el cese de fuego en ambas líneas. Sale nuestro parlamentario con instrucciones de fijar una entrevista para las 14 horas entre ambos comandos. El parlamentario, una vez en líneas enemigas, es hecho prisionero y a la vez aprovechando la cesación del fuego y la escasa distancia entre ambas líneas (15 a 20 metros), infiltrarse sorpresivamente en nuestra línea.
Una sorpresa general, por tratarse de un resultado completamente inesperado. El comandante de Batallón ya en poder de un oficial enemigo, pide a este evitar todo abuso que pudiera cometerse contra la tropa y garantías sobre las prendas de las oficiales. El oficial enemigo prometió pero la promesa no es cumplida. Salimos del reducto en marcha el P.C. del comando de regimiento enemigo. Los oficiales enemigos que a nuestro paso encontramos nos saludan cordialmente, preguntando por el Coronel Ayala a quien creían en el reducto dirigiendo la defensa del mismo. No obstante, algunos nos miran con bastante frialdad. Llegamos junto al Mayor Paccieri, comandante del R.C.5 “lanza”, donde encontramos muchísimos heridos que cuando oyeron el anuncio de la llegada del Capitán Estigarribia, pidieron que lo mataran. Esto nos impresiona porque a la traición sumar más esto, sería mucho para nosotros, que aún a esta desgracia preferimos una misma suerte con nuestro Comandante. Reunidos ya todos los oficiales, el Comandante del “Lanza” presenta un escrito a nuestro capitán, que enterado de su tenor replica: “Este escrito no puedo firmarlo (el escrito se refería a una rendición incondicional) puesto que hasta el momento de mi llegada a su P.C. no hemos tenido conversación alguna, salvo que usted me lo imponga, en cuyo caso firmaré, porque no desmedra en nada el honor del ejército de mi patria”.
El otro contesta que en la guerra hay que escribir algo que para poder gozar de las garantías establecidas en los códigos internacionales, debe firmarlo. El capitán responde: “Hay que escribir algo, pero con dignidad”, y haciendo un gesto se dispone a firmar. En esto llega el Mayor Comandante del R.I.20 “Cochabamba” (el alemán Brandt) haciendo cuestión formal al mayor Pacciari, si a quien pertenecía el éxito, y si cual de ellos debía de comunicar al comando. Le contesta Paccieri que le corresponde a él comunicar la novedad y agrega que el Comandante del R.I. 18 “Montes” reclama el mismo derecho. A lo que contesta Brandt ser tarde ya para discusiones, puesto que el ya había comunicado. Terminada esta discusión se retira Brandt y, mientras, bebemos un refresco ofrecido por el Mayor Paccieri. Llega el Comandante del sector Tte. Coronel Rivas quien pregunta por el Capitán Estigarribia, a quien increpa en los siguientes términos: “¿Qué ha estado Ud. Esperando para rendirse, caballerito caprichoso? Ud sabía que su situación era irremediable y seguía produciendo bajas, hasta hace un momento pudiendo evitar este derramamiento estéril de sangre. Le he ofrecido parlamento y ni siquiera me ha contestado”.
“Mi coronel, sabía que luchaba con enemigos aguerridos y había que pelearlos en forma para ser dignos de ellos”.
Esta contestación produce el efecto esperado, pues el Comandante Rivas le abraza, halagado, y le dice: “Abrazo a un león paraguayo”.
La conversación cambia completamente de carácter, volviéndose de amplia y franca camaradería. El capitán le entera del estado de total agotamiento en que se encuentra todo el batallón, las privaciones sufridas, el número de heridos y ruega atención posible inmediata. Pide, además, que si se encuentra dentro de la posibilidad, evite a la tropa una marcha a pie que podría serles de graves consecuencias.
El comandante Rivas promete favorecer el pedido, retirándose seguidamente y llevándose consigo al Capitán Estigarribia, hasta su P.C. nos hace conducir al resto hasta el mismo lugar, distante 3 o 4 kilómetros a pie. Llegados a este lugar, nos brinda la atención a su alcance: permanecemos por espacio de 1 hora.
El comandante nos manifiesta entre otras cosas, que en el interior de Bolivia encontraríamos manifiesta hostilidad, a causa de las conferencias y escritos del padre Tapia (que antes de ahora se encontraba prisionero en Asunción). Recogimos de este jefe la mejor impresión.
Luego nos hace conducir en camión hasta el P.C. del coronel Barros, Jefe de la División de Reserva, acompañados del mayor Vidal, Jefe de Estado Mayor.
El coronel nos recibe fríamente, haciéndole al capitán los mismos cargos que Rivas, y considerando imperdonable el aniquilamiento del batallón, que considera de puro capricho y agrega, no ser dignos del trato dispensándonos. Ordena luego el Mayor Lezcano nuestra conducción en estos términos.
“Lleve a estos indios”. Mientras esto pasaba, el batallón, diciendo al capitán F. García y a varios oficiales paraguayos: “Hay un camarada de ustedes que sigue defendiendose como un león”. Esto nos expresó el capitán García, una vez reunidos en Villamontes. En todos los puntos donde llegábamos nos hablaban con marcado orgullo de la cultura del pueblo boliviano, de cuyos beneficios gozaríamos, mientras que para conducirnos de un lugar a otro nos maniataban y nos hacían acompañar por doble número de custodia y por entre las fijas de piquete hostil. Convincente desmentido a esos huecos alardes de cultura. Cuán distinto al procedimiento de uno y otro ejército. Allá solamente nos limitábamos a enseñarles el camino.
FIN