Vistas de página en total
miércoles, 3 de septiembre de 2008
UN GOLPE NUCLEAR
(FIDEL CASTRO)
No exagero. Es la expresión más generalizada de muchos compatriotas. Es la impresión del Jefe del Estado Mayor General de las FAR, Álvaro López Miera, un militar experimentado, cuando vio en la Isla de la Juventud las torres de acero retorcidas, las casas convertidas en ruinas y la destrucción por todas partes.
“Ha sido un duro golpe, no podía siquiera imaginarlo”, dijo con voz desgastada por el esfuerzo, pero firme y resuelta, Ana Isa Delgado, Secretaria del Partido y Presidenta del Consejo de Defensa del importante municipio. “¡Es lo nunca visto en los casi 50 años que vivo aquí!”, exclamó un vecino con asombro. Un joven soldado, que descendía de un carro anfibio, gritó: “¡Demostraremos que estamos dispuestos a dar la vida por el pueblo!”
En Herradura, el General de Cuerpo de Ejército Leopoldo Cintra Frías, al observarlo todo convertido en ruinas, mirando a su alrededor, compartía su asombro y admiración por la valentía de la población, y expresó: “Esto es ver una explosión nuclear.” Él estuvo cerca de verla en el Suroeste de Angola, si los racistas surafricanos hubieran decidido lanzar contra las tropas cubano‑angolanas una de las siete bombas que el gobierno de Estados Unidos les suministró. Era, sin embargo, un riesgo calculado y las tácticas más convenientes fueron adoptadas.
Junto a Polo estaba Olga Lidia Tapia, primera secretaria del Partido y Jefa del Consejo de Defensa de la provincia, sin dudar un segundo de los frutos del esfuerzo y la determinación de sus compatriotas.
Con toda franqueza me atrevo a decir que las fotos y vistas fílmicas de lo que transmitían el domingo por la televisión nacional me recordaban la desolación que vi cuando visité Hiroshima, que fue víctima del ataque con la primera bomba atómica en agosto de 1945.
No en balde se afirma que un huracán despliega una enorme energía, tal vez equivalente a miles de armas nucleares como aquellas que fueron lanzadas sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. Valdría la pena que algún físico o matemático cubano hiciera los cálculos pertinentes y lo expusiera de forma comprensible.
Ahora la batalla es alimentar a las víctimas del huracán. La dificultad no está en restablecer cuanto antes la electricidad. El problema en Isla de la Juventud es que, de 16 panaderías, todas con horno eléctrico y equipo electrógeno, sólo dos podían funcionar de inmediato; las edificaciones habían sido afectadas. Necesitaban recibir pan o galletas. Las cifras de tejas y materiales necesarios en este momento para las viviendas son elevadísimas. En la Isla de la Juventud hay mar de por medio. No basta con cargar camiones de alimentos y materiales para hacerlos llegar directamente.
Nuestras Fuerzas Armadas han enviado personal especializado en aeródromos y transporte aéreo y terrestre. De día y de noche, auxiliados por grupos electrógenos, los aviones pueden aterrizar en el aeropuerto de la Isla. Tienen la misión de librar su batalla por la población sin derroche alguno de recursos. Con el mismo espíritu actuarán en los lugares arrasados de Pinar del Río. Todos los organismos tienen sus tareas asignadas, todos son importantes. Pero los bienes no salen de la nada. Compartir implica sacrificios. No nos demos el lujo de olvidarlo dentro de unos días.
El hecho adverso debe servir para trabajar con más eficiencia cada día y el empleo justo y racional de cada gramo de material. Tenemos que luchar contra nuestras superficialidades y egoísmos. Cien millones de dólares significan sólo nueve dólares por habitante, y necesitamos mucho más. Necesitamos 30 veces, 40 veces esa cifra sólo para paliar nuestras necesidades más elementales. Tal esfuerzo debe salir del trabajo del pueblo. Nadie lo puede hacer por nosotros.
Es evidente que nuestra capacidad de divulgación se ha multiplicado y nuestra población, que sabe leer y escribir posee además elevados niveles de escolaridad.
Kcho, el pintor, se había trasladado por aire a la Isla de la Juventud, el pedazo de Cuba que lo vio nacer y nos hizo llegar una carta sobre la alta moral de los pineros. Selecciono párrafos de la misma:
“Querido Fidel:
“Me pareció importante, desde que llegue a la Isla y pude ver con mis propios ojos y sentir con mi cuerpo todo lo que estaba pasando, ponerme en contacto con Richard para que usted conociera la terrible situación que estaba aconteciendo en el Municipio Especial.
“No tengo palabras para expresar la realidad de lo que vi ayer en la Isla de la Juventud. En mis 38 años no había visto nada parecido y las personas con las que he hablado en mi territorio no habían visto nada peor, pero increíblemente tienen aún la moral por el cielo… muchos han perdido sus casas, y casi todos tienen sus pertenencias, camas, colchones, televisores, refrigeradores, etc., destruidos; la mayor parte de la población está en esa situación; se calcula que de las 25 000 viviendas que hay en la Isla ―todavía en estos momentos no es la cifra definitiva― unas 20 000 están afectadas de alguna forma, y de esas 20 000, unas 10 000 están sin cobertura o destruidas totalmente.”
“…la brigada de 52 linieros camagüeyanos estuvo trabajando hasta las 3 de la mañana y hoy comenzaron de nuevo a las 6:30 a.m. con tremenda disposición; están esperando a un grupo de 60 y tantos de Holguín…”
“…existen todavía muchos problemas, como por ejemplo viviendas destruidas por el huracán Michelle en 2001, esperando resolverse.
“Hay problemas serios con la alimentación… Actualmente la Isla es como una prisión, por la insularidad, aunque ya se han restablecido los vuelos… El dinero no tiene ningún valor, no hay qué comprar ni dónde comprar nada.”
“La solidaridad humana está siendo el arma más importante en este momento. La moral está alta pero eso no va a ser eterno; en los próximos días va a haber que dar solución a algunas cosas. En la medida en que se vaya restableciendo el servicio eléctrico, crear puntos de información donde las personas se puedan reunir para saber lo que está pasando en el país y en el Municipio, o aunque sea a oír música, a pasar el tiempo en colectivo.”
“Actualmente el territorio ‘es un teatro de operaciones militares en una tregua’, con la gente todavía alegre porque salvaron sus vidas, no pensando todavía mucho en la pérdida de sus pertenencias, tratando de salvar lo que les quedó, viendo cómo se ajustan a esa nueva condición, pero con el transcurso de los días la moral de la gente puede decaer y llegar a la depresión.”
“…las condiciones del hospital son infrahumanas y sólo la voluntad y la convicción de hombres y mujeres revolucionarios hacen que funcione.
“El pinero es revolucionario y combativo, y allí está todo el mundo (pacientes, familiares, equipo médico) trabajando muy intensamente. Ya están en la capital, desde ayer a las 4 de la tarde aproximadamente, los 32 pacientes de hemodiálisis, con un acompañante y enfermeras, que llevaban 48 horas sin el tratamiento y se encontraban en buenas condiciones.
“El pinero sigue con su moral alta y feliz del trabajo de los organismos responsables y de que no ha habido una sola pérdida de vida humana ni en Pinar del Río ni en la Isla ni en Matanzas.”
“Yo creo que para volver la Isla a lo que era antes va a haber que invertir mucho tiempo de trabajo y muchos recursos, como si fuera una provincia, porque ahora todo está devastado.”
Con su carta, envía fotos elocuentes de la desolación; en el sobre, la silueta de la Isla de la Juventud y en ella ondeando una bandera cubana.
Los excelentes pintores que solían acompañar nuestras batallas de ideas pueden dejar constancia del episodio vivido y alentar a nuestro pueblo en su épica lucha.
Orfilio Peláez nos hablaba en Granma de un huracán ocurrido en 1846 con récord de presión mínima de 916 hectopascales, registrado por un equipo. Eso ocurrió hace 162 años, cuando no había radio, televisión, cine, Internet y otros muchos medios de comunicación, que a veces chocan unos contra otros, creando caos en las mentes.
En aquel tiempo la población de Cuba era por lo menos 12 veces menor. Con trabajo esclavo y semiesclavo, el país exportaba la mayor cantidad de azúcar y también de café durante una parte considerable de ese siglo. No existía la jubilación, el promedio de vida era muy inferior, y no se conocían casi las enfermedades de la edad madura, o la educación masiva, que tantos brazos e inteligencias demandan para su desarrollo. Los recursos naturales abundaban. Los huracanes, aunque influían mucho, no significaban una catástrofe nacional. De los cambios climáticos, bien distantes, ni siquiera se hablaba.
En el Granma de hoy martes, el propio periodista nos relata las proezas de nuestro pueblo en su batalla por la recuperación y los frutos del esfuerzo de los últimos años. Rubiera, el científico, por su parte, en el recorrido por Pinar del Río observaba minuciosamente, entre las ruinas de la instalación del Instituto de Meteorología en Paso Real de San Diego, el equipo de medir la velocidad de los vientos que marcaba 340 kilómetros de velocidad cuando fue destruido por fuertes ráfagas. Se anuncia que hoy hablará en la Mesa Redonda. Él sostiene teorías que explican lo ocurrido. Juan Varela, por otra parte, habló de los destrozos ocasionados en la mayor empresa de cultivos varios en Güira de Melena, de la provincia de La Habana, que debía producir este año alrededor de 140 000 toneladas de viandas, granos y hortalizas. Las pérdidas, a mi juicio, a precios internacionales, en horas de trabajo, productos alimenticios, equipos de cultivo y riego, combustibles y otros gastos, son millonarias en esa sola empresa.
Lo más impactante, sin embargo, por el drama humano que les correspondió abordar, fue la información suscrita por el periodista Alfonso Nacianceno y el fotógrafo Juvenal Balán: la odisea vivida por los cinco tripulantes del Langostero 100 de Batabanó, provincia de La Habana. Habían recibido la orden de regresar a puerto como todos los barcos pesqueros, a su debido tiempo. Por azar se retrasaron. Desde el sábado se perdió con ellos la comunicación cuando el huracán avanzaba rápidamente. Dos veces había dicho en reflexiones previas: “¡Suerte que tenemos una revolución! Ningún ciudadano quedará abandonado a su suerte.”
Supe sobre la incomunicación con el langostero el mismo sábado, casi a medianoche. Raúl me había dado noticias de lo que sucedía; confiaba en la experiencia de los pescadores para lidiar con tormentas y ciclones. Me dijo que enviaría al amanecer los medios necesarios para localizarlos. Tan pronto amainó el tiempo comenzó la búsqueda, que llegó a reunir 36 embarcaciones, tres helicópteros y dos aviones durante casi dos días. Del barco no se veía ni rastro; encontraron sin embargo a los náufragos. Lo que cuentan es increíble; los que conocen bien el mar saben lo que significa estar interminables horas agarrados a un remo y después a una boya.
El milagro revolucionario se produjo, y los pescadores fueron rescatados.
No nos dejemos arrastrar por las ilusiones. Este huracán nos deja cien mil viviendas golpeadas en mayor o menor grado y pérdida casi total de artículos necesarios después de la tragedia, como explica en su carta Kcho.
¿Cuántas viviendas anticiclónicas, seguras, necesita Cuba? No menos de 1,5 millones de ellas para 3,5 millones de familias totales. Saquemos la cuenta del costo internacional de tales inversiones, que se corresponde con los datos que se manejan en el mundo.
Una familia en Europa debe pagar por lo menos 100 mil dólares, más intereses, por los cuales aportan 700 dólares mensuales de sus ingresos durante 15 años. Diez mil millones de dólares es el costo aproximado de cien mil casas para familias medias en los países desarrollados, que son los que determinan los precios de los productos industriales y alimenticios en el mundo. Habría que añadirle el costo de las instalaciones sociales afectadas que deben ser reconstruidas, las demás instalaciones económicas, más las requeridas para el desarrollo.
Sólo de nuestro trabajo, reitero, podrán salir los recursos. Mientras las nuevas generaciones lleven a cabo esa tarea, los hombres y mujeres que habitan esta isla requieren de la solidaridad, el valor y la combatividad mostrada por los pinareños y pineros.
El imperio atraviesa en estos momentos por una prueba difícil en la segunda mitad del año, la de su capacidad de resolver dificultades que cuestionan su tren de vida a costa de los demás pueblos. Ahora necesitan un cambio de timón.
Bush y Cheney han sido casi marginados de la campaña republicana por guerreristas e indeseables. No se discute sobre un cambio de sistema, sino sobre cómo mantenerlo con menos costo.
El imperialismo desarrollado terminará matando a todos los que intenten penetrar sin permiso dentro de su territorio para convertirse en esclavos asalariados y consumir algo. Ya lo están haciendo. Es muy grande el chovinismo y el egoísmo que el sistema crea.
Lo sabemos y continuaremos desarrollando la solidaridad, nuestro mayor recurso dentro y fuera de la patria.
Fidel Castro Ruz
Septiembre 2 de 2008
6 y 17 p.m.