lunes, 15 de junio de 2009

FERNANDO LUGO: SOBRE LA PEDERASTIA Y LA CULPABILIDAD


JOSÉ ZAFORTEZA CALVET

Impulsado por una antigua amistad, nacida en el seno del Diario de Mallorca, acostumbro a leer el artículo que José Jaume publica el primer día de la semana. El de 1 de junio, titulado La Iglesia Católica compra el perdón, me llenó de estupor –pronto sea dicho– debido a que, en su semanal lección de progresismo, el periodista nos traslada una novedosa información: "Empiezo a pensar que definitivamente Dios ha decidido abandonar a su suerte a la que se autodenomina su Iglesia".
José Jaume cree necesario divulgar la causa de tan trascendental decisión: durante seis décadas "los miembros de la Iglesia Católica de Irlanda han hecho lo que les ha venido en gana con quienes habían confiado en ellos para ser educados". La gravísima imputación no contiene limitación personal alguna, concierne a "los miembros de la Iglesia Católica de Irlanda". Esto es un gravísimo error.
En la portada del Diario de Mallorca de 5 de junio –es decir, cinco días después de la "revelación"– leemos el siguiente titular: "Piden 133 años de cárcel para una pareja por prácticas sexuales con sus tres hijos durante largo tiempo cuando tenían entre dos y ocho años". Los hechos se desarrollaron en Mallorca. Confiemos en que los irlandeses tengan ponderación y no manden al cuerno a todos los mallorquines. Estupor, pena, angustia y conmiseración hacia los menores son los sentimientos que anidan en la sociedad que integramos, acompañados del deseo de que la Justicia –la que se aplica en Irlanda, en Mallorca y en cualquier lugar del mundo– sancione con el máximo rigor a los pederastas.
Pero en esa línea de absoluta firmeza en la persecución y castigo de la pederastia no está de más recordar a quienes, y sólo a quienes, se aplican las penas con las que en el Derecho moderno se penalizan los abusos sexuales cometidos contra niños y niñas: a los autores. Por tanto, la Iglesia irlandesa no tiene que "comprar el perdón". Como no tiene que comprarlo la Dirección General de prisiones porque un funcionario haya exigido un acto obsceno a un interno en la cárcel. Ni el Colegio de Médicos aunque un médico haya manoseado a una cliente, ni el colectivo de Odontólogos porque alguien pensó que una mujer tenía los dientes en la pechera. En lo que toda la Administración publica, todos los Colegios Profesionales y todos los ciudadanos de a pié debemos coincidir es en confiar que la Justicia de Irlanda, y la de todo el mundo, sancionará a los autores del delito de pederastia con el máximo rigor que permita la ley aplicable en cada caso.
Ojalá todos coincidamos en las enseñanzas que sobre el tema de la pederastia nos dejó el fundador de la religión que según la premonición de José Jaume "ha quedado abandonada a su suerte". Los evangelistas Mateo, Marcos y Lucas reproducen las palabras de Jesucristo sobre los pederastas y la sentencia que dictó: "al que escandalice a uno de estos pequeños, más le vale que le cuelguen del cuello una de estas piedras de molino que mueven los asnos y le hundan en la profundidad del mar" (Mat., 18,6).

¿Qué nos impide imaginar cuál fue el tono de voz con el que Jesucristo pronunció estas palabras de perpetua condena de la pederastia? Y ¿por qué no hacer lo mismo respecto a la amabilidad que preside las palabras con las que la adúltera fue perdonada y despedida después de que los sesudos varones de la comunidad habían intentado apedrearla? "Vete, y no peques más" (Juan 8,11). Acabo, no sin antes recomendar al amigo José Jaume la lectura de los evangelios o, por lo menos, de algunos de sus versículos.