(Luis Agüero Wagner)
En tiempos del certero disparo de Fidel que significó para Cuba vencer la invasión y ganar la primera batalla antiimperialista de Nuestra América, los presidentes Kennedy y Frondizi mantenían una buena relación personal y sus posiciones políticas y económicas se acercaban bastante, aunque no con respecto a la seguridad hemisférica. El norteamericano propondría la Alianza para el Progreso y alentaría el cambio democrático en América Latina, al tiempo que patrocinaba desde su administración una estrategia de seguridad.
La embajada de Estados Unidos estaba muy preocupada por Cuba entendiendo que su ejemplo iba a significar un peligroso modelo sobre la compleja totalidad del continente. Intuía que muchos latinoamericanos, temerosos por la pobreza y la injusticia del orden social, podrían sentirse atraídos por el modelo cubano como cuestión ideológica.
Los Estados Unidos estaban obligados a asegurar que la región pertenecería al sistema de desarrollo económico gracias a la ayuda norteamericana.
Arturo Frondizi
Las autoridades de entonces, entendieron que para su proyecto desarrollista Fidel Castro no era cuestión fundamental y su alejamiento no resolvería problemas subyacentes. Era sí necesario atacar las circunstancias que lo determinaban porque de ser eliminado mantendría estas condiciones y nuevos Castros germinarían por todo el continente.
El canciller de Cuba, Raúl Roa, envió el 14 de enero de 1961 a todas las cancillerías latinoamericanas un comunicado en el que denunciaba a EEUU como potencia imperialista, pero no declinaba su disposición de conversar con representantes del ingerente país.
Los países americanos suscribieron el 17 de agosto de 1961 la Carta de Punta del Este. Estados Unidos acentuó que de ninguna manera concedería fondos a la isla mientras su gobierno mantuviera ligaduras con la Unión Soviética.
Cuba, comisionada en la conferencia por su ministro de Industria, Ernesto “Che” Guevara decidió no firmar las resoluciones finales. Tal vez con deseos de actuar como mediador y conseguir un éxito diplomático que consolidara su posición para vecinas elecciones, el presidente Frondizi resolvió conceder un encuentro clandestino al Che, aprovechando su estadía en Punta del Este. El 18 de agosto el Ministro de Industria de Cuba aterrizaba en Don Torcuato y desde allí era trasladado directamente con su uniforme verde olivo a la residencia presidencial.
La conversación entre Frondizi y Guevara duró setenta minutos y luego cenaron un gustoso bife de chorizo, corte netamente argentino y asado a las brasas solicitado por el Che. El Héroe Cubano auguró que América Latina se transformaría “en un Vietnam” y sólo la lucha armada podría liberarla del dominio imperialista.
El Presidente expresó su necesidad de arreglo con Estados Unidos para impedir la eliminación de Cuba del sistema interamericano, convencido de que la política de desarrollo era un buen instrumento para superar las complicaciones latinoamericanas. Por su parte, el Che fundamentó que Cuba no deseaba salir del sistema interamericano e intentaría razonables acuerdos, siempre impulsando a que los estados pobres se beneficiaran con el logro de su soberanía y caracterizaran su defensa. Se reveló partidario de un modelo socialista, independiente de la Unión Soviética.
La entrevista con el joven líder guerrillero que contaba con la absoluta confianza del Comandante Fidel Castro, dejaría su consecuencia. En las FFAA el número de oficiales listos a proteger al Presidente se redujo y truncó la legalidad institucional en diversos proyectos.
Luego de la histórica reunión siguieron días embarazosos para él y su ministro Cárcano. La cuestión cubana se había convertido en un problema de política interna contrapuesta con las autoridades de Washington, que diseñaba la expulsión de Cuba por sentirse amenazadas por el comunismo.
Las fuerzas armadas argentinas, para variar pro-imperialistas arrancaron con la medida que consideraban desde 1960: le exigieron a Frondizi que rompiera relaciones y cambiara el canciller. Dean Rusk reconoció su disposición de removerlo y la embajada norteamericana instó a que la presión acumulada contra el gobierno argentino lo forzara a respaldar su punto de vista con respecto de Cuba en la OEA, como factor natural dentro de una democracia.
EEUU permitió que se continuaran acumulando obstáculos en contra del mandatario electo, y el gobierno argentino hizo tiempo para que las tensiones se desgastaran. Finalmente, la ruptura diplomática con Cuba se concretó el 8 de febrero de 1962. Esta medida alivió la tirantez, pero la desconfianza hacia el Presidente se mantuvo y los dardos continuaron cruzando el área. Los militares incrementaron su poder indagando la reacción norteamericana a una asonada y lo mismo hizo Frondizi. Resultó una victoria absoluta de las armas, porque luego de veintiséis revueltas militares y seis intentos de golpes de Estado, el Presidente Constitucional fue derrocado el 29 de marzo de 1962. Y ese fue el comienzo de golpes que vienen sucediéndose a partir de entonces, mayormente si un mandatario es elegido por el pueblo con el sistema de democracia pluripartidista y “perfecta”. Cito sin considerar las causas, (suelen interponerse varias) además de Frondizi, Illia, Isabel, Alfonsín, de la Rua, Menem que se mantuvo porque vendió el país, en total 24 presidentes entre elegidos, renunciados y depuestos incluyendo militares, a razón de uno cada dos años.
¿Continuará, como en las largas novelas del siglo pasado? PORQUE, A PARTIR DE 1961, YO GOLPEO, TU GOLPEAS, EL GOLPEA…
Cuba tuvo un solo mandatario y muchos más logros.
MENSAJE DEL CHE EN PUNTA DEL ESTE EL 16 DE AGOSTO DE 1961
Este, señor presidente y señores delegados, era el mensaje que Cuba se creía en la obligación de expresar ante todos ustedes: lo que ve de real en la "Alianza para el Progreso", los peligros que ve en la "Alianza para el Progreso" y lo que ve en el futuro de los pueblos si, como hasta ahora, todas las reuniones internacionales se convierten simplemente en torneos de oratoria.
Por tanto, Cuba, aun manifestando su simpatía por una gran parte de las aspiraciones de esta Carta de Punta del Este, lamenta no estar en condiciones de firmarla en el momento actual: reitera sus deseos de amistad para todos los pueblos del continente; establece claramente su posición, dispuesta a consensuar cualquier problema bilateral con algún país de América y agradece el espíritu de cooperación con que todos los señores delegados han acogido las intervenciones de la delegación cubana, sus palabras, sus advertencias, y sus quizás un poco repetidas y cansinas aclaraciones continuas.
Muchas gracias.
ADRIANA VEGA
19 de abril de 2008