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lunes, 28 de abril de 2008

EL EPÍLOGO PARAGUAYO DE ANASTASIO SOMOZA

(Luis Agüero Wagner)

Hacia fines de 1979, dos semanas antes de ser derrotado por los sandinistas, Somoza recibió a periodistas extranjeros en el cuarto sin ventanas de su Bunker de cemento, vestido con ropa de combate que exhibía su grado de general de cinco estrellas.



En tono firme, aseguró ante los presentes que estaba resuelto a continuar la lucha contra los guerrilleros, entre los cuales se encontraba el actual presidente nicaragüense Daniel Ortega. “No voy a abandonar a los hombres de mi fuerza militar como lo hizo el Sha de Irán. Estoy preparado para pelear hasta la muerte”, aseguró.
Tanta firmeza en el gesto y la palabra lejos estuvo de tener acción consecuente. Muy pronto, al dictador se le notó la hilacha de la cobardía, exhibiendo lo falso de sus manifestaciones cuando abordó una aeronave que lo depositó en su hermosa mansión de Miami. Las cinco estrellas eran una verdadera exageración para este Napoleón de hojalata, que sólo demostraba pericia para dirigir torturas, secuestros, muertes y destierros contra su propio pueblo.
En Miami permaneció hasta el 20 de junio, día en que partió a bordo de un principesco yate, munido de abundantes provisiones en alimentos extravagantes y bebidas, con destino a las islas Bahamas, Fort Lauderdale. Más tarde, con guardaespaldas y colaboradores, Somoza inició un crucero por el Caribe e ingresó secretamente a Guatemala.
Precisamente en el territorio de ese país centroamericano se encuentra el aeropuerto La Aurora, donde el coronel Raúl Calvet (luego ascendido a General y nombrado director de Líneas Aéreas Paraguayas) arribó a las 13 horas local, para recoger con destino a Paraguay al general Somoza Debayle y comitiva. El avión era propiedad del estado paraguayo y corrió con las diligencias del contrato para el vuelo charter el cónsul general de Guatemala en Paraguay, Remigio Bazán Farías, conocido hombre que hizo rápida fortuna por intermedio de sus vinculaciones a numerosas empresas fantasmas y su amistad con los generales Alfredo Stroessner y Andrés Rodríguez.
El vuelo fue directo de Guatemala hasta Asunción, su duración de ocho horas y el costo del viaje de cien mil dólares.
El 19 de agosto de 1979, a las 20 y treinta horas, Somoza y comitiva llegaron a Asunción para ocupar una bien custodiada residencia de la calle Mariscal López y Motta, que antes era sede de la embajada de Sudáfrica. Cuando un periodista preguntó al doctor Gustav Alberts, embajador de Sudáfrica en el Paraguay si había desalojado la residencia porque sabía que Somoza vendría al Paraguay, éste respondió: “Yo soy apenas un embajador y debe ser un honor que la casa ahora esté habitado por un ex presidente”.
A poco de arribar, Somoza fue agasajado por lo más granado de la marzorca del Tiranosaurio y realizó fuertes inversiones en importantes firmas de plaza, mediante la adquisición de parte considerable de los paquetes accionarios. Adquirió asimismo propiedades en Villarrica por valor de medio millón de dólares y un hotel en San Bernardino, pagando no menos de cien mil dólares.
El 23 de marzo de 1980, Juan Manuel Frutos, presidente del Instituto de Bienestar Rural informó a la prensa que el ex dictador de Nicaragua adquirió 8 mil hectáreas en el Chaco por la módica suma de 80 mil dólares. Según fuentes extraoficiales, Somoza ya era propietario por entonces de otras 25 mil hectáreas adquiridas con anterioridad en condiciones por demás ventajosas, a las que jamás habrían accedido campesinos paraguayos para dedicarse a las tareas agrícolas. Finalmente, se mencionó que Somoza había adquirido una gran hacienda en el Brasil, en 20 millones de dólares.
Ciertamente, el ex dictador de Nicaragua no podía estar muy incómodo en un ambiente como el paraguayo, capital del anticomunismo y sede de los congresos de la Liga Mundial Anticomunista que se realizaban con el aporte de algunos propietarios de medios de comunicación que siguen manejando la prensa paraguaya hasta el día de hoy, y que precisamente trabaron fructífera amistad con Somoza. Uno de estos empresarios de la prensa, Aldo Zucolillo, recientemente apoyó con pasión la candidatura del Obispo Fernando Lugo, aunque fracasó en intentar hacer pasar por “izquierda” a referentes de USAID, la National Endowment for Democracy y favorecidos de la IAF controlada por George W. Bush, quienes fracasaron estrepitosamente en las recientes elecciones paraguayas al no poder obtener escaños en el Congreso, dominado finalmente por la Derecha en forma absoluta.
El 16 de septiembre un semanario alemán de Munich publicó una entrevista en la que Somoza declaraba que escupía encima de la ayuda del traidor Carter. Era el último día de vida del sanguinario traficante de plasma.
El 17 de setiembre de 1980, a las diez de la mañana, un destacamento dirigido por el guerrillero argentino Enrique Gorriarán Merlo abrió fuego con metralletas y bazookas contra el vehículo Mercedes Benz en que viajaban el general Somoza Debayle, su asesor económico, el ítalo norteamericano Joe Baittiner y el chofer, César Gallardo, y que circulaba por la avenida paraguaya llamada Generalísimo Franco, caudillo de España por la gracia de Dios.
El doctor Joel Filártiga llamó un acto de justicia a la ejecución, y utilizó los hierros retorcidos del automóvil, cuyo motor siguió funcionando casi por una hora a pesar de haberse partido el auto por la mitad, para erigir una escultura en los jardines de su residencia. Cuenta el artista plástico que los restos del Mercedes Benz habían recibido cristiana sepultura en una quinta del general Brítez Borges, luego ocupada por desheredados al derrumbarse el régimen militar de Stroessner.
Los carenciados descubrieron los despojos y lo canjearon con Filártiga a cambio de medicamentos, pero lo más difícil fue introducirlos a su destino final. “Tuve que pelearme con mi esposa para meter los hierros en mi patio y realizar la escultura”, asegura Filártiga, quien también relata que permanecieron por tres días en la calle.